Un pleito con un grupo de ministros de la Suprema Corte terminó por sacar a la calle a miles y miles de personas que ayer marcharon del Monumento a la Revolución al edificio de la Corte y se detuvieron bajo los balcones de Palacio Nacional.

Ahí, una cascada humana que avanzó por Cinco de Mayo y desembocó en el Zócalo cantó el Himno Nacional y coreó consignas en defensa de sus derechos, y en protesta en contra de un presidente que, según las pancartas que ondeaban bajo un sol ardiente, ha decidido tratar a los trabajadores del Poder Judicial como si fueran sus empleados.

Luego de fracasar en sus intentos de imponer una presidenta de la Corte dócil a sus designios, y de intentar infiltrar el Poder Judicial mediante el nombramiento de ministros afines –a los que luego acusó de haberlo traicionado–, el presidente Andrés Manuel López Obrador inició una feroz campaña de desprestigio en contra de los ministros, a los que incluso acusó de no haber hecho nada nunca por el pueblo.

Decidió más tarde, con la colaboración de una mayoría legislativa plegada a sus deseos, asfixiar a la Corte mediante la extinción de 13 fideicomisos y el recorte presupuestal de unos 15 mil millones de pesos.

Una intensa campaña se anticipó a la marcha de ayer y arreció incluso durante la marcha mediante el posteo de imágenes en redes sociales que “mostraban” que la manifestación era un fracaso que solo había convocado a “cientos”.

Frente al Hemiciclo a Juárez se corrió la voz de que las calles que llevaban al Zócalo estaban cerradas y se llamó incluso a los manifestantes a retirarse pacíficamente.

La movilización fue cortada. Mientras algunos habían avanzado ya hacia el Zócalo, el grueso de los contingentes se detuvo frente al Hemiciclo. Muchos de los que esperaban frente a la Suprema Corte comenzaron a retirarse luego de esperar durante más de una hora en los extremos de un Zócalo ocupado por la Feria del Libro.

Pero la marcha avanzó finalmente, colmando Eje Central, Avenida Juárez y Cinco de Mayo. Como era previsible, el gobierno de la ciudad diría que la conformaron ocho mil personas.

Abogados dirían que nunca en la historia de México el Poder Judicial había marchado en contra de un presidente: “Es una movilización histórica”, dijeron, a la que sumó el anuncio del Sindicato de Trabajadores que anunció un paro nacional que el 24 de octubre llevaría a la suspensión de labores a unos 50 mil trabajadores.

Frente al Hemiciclo, algunos ministros tomaron la voz y se pronunciaron frente “al ataque, la calumnia y la denostación” lanzados contra el Poder Judicial desde la “mañanera”.

Las marchas, algunas de las cuales conjuntaron cinco mil personas, se replicaron en Acapulco, Saltillo, Morelia, Aguascalientes, Toluca, Cancún, Oaxaca, Veracruz, Mérida, Pachuca y Chihuahua. Hermosillo, Querétaro y Colima.

“Yo sí trabajo, no vivo en un Palacio”, “Somos los garantes de la Constitución”, “Somos abogados, no somos acarreados”, “¿Privilegios, los de los hijos del presidente”, “Respeto a la división de poderes”, “El Poder Judicial de la Federación no se toca”, “Un día en la mañanera alguien decidió que el Poder Judicial era el nuevo enemigo y comenzaron los ataques”, se leía en mantas y cartulinas.

Era una marcha extraña, en su mayor parte formada por trabajadores de juzgados y tribunales que se detenían bajo los balcones de Palacio para gritar consignas y agitar pancartas.

Una valla de metal protegía el Palacio, donde puertas y ventanas lucían cerradas.

“Un pequeño grupo se manifestó ante la sede de la Suprema Corte”, se leía, apenas al mediodía, cuando la marcha acababa de partir del Monumento de la Revolución, en la prensa oficialista.

Pero la venganza en contra de un grupo de ministros se había convertido en la afrenta de miles de trabajadores.

Una marcha de agraviados que explicaban en sus mantas un agravio mayor: el que puede caer sobre un país “de Yasmines Esquiveles”: el que puede caer sobre un país sin Poder Judicial.

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