A las 7:07 de ayer un elemento de custodia informó por radio que acababan de fugarse más de 20 internos del Cereso Número 3 de Ciudad Juárez, Chihuahua. En menos de tres minutos, la ciudad que recibía el primer día del año se llenó de estruendos. Llegaron reportes de balaceras en las colonias Granjeros, Granjas de Santa Elena y Revolución Mexicana.
Las autoridades estatales recibieron informes de disparos efectuados desde una Hummer blanca y otros vehículos.
Diez minutos más tarde, el ruido de detonaciones estalló dentro del Cereso. Ráfagas de metralleta tronaban de manera intermitente.
A las 7:14, otro oficial informó que se había resguardado en un área del Cereso y que varios de sus compañeros estaban muertos.
Era el primer día de 2023. Cientos de personas habían madrugado y hacían fila para visitar a sus internos (en el centro hay una población de más de 3,700 personas). Según testigos, hombres armados a bordo de vehículos blindados (alrededor de seis) arribaron al lugar minutos antes de las siete de la mañana y abrieron fuego contra dos custodios que guardaban la caseta de acceso.
Familiares que ya se hallaban en el área de aduana, fueron retenidos y encañonados. Comenzaban siete horas críticas que dejaron 14 cuerpos sin vida: 10 de custodios del centro y cuatro más de personas privadas de la libertad.
Cruz Pérez Cuéllar, alcalde de Juárez, recomendó a la gente “si no hay nada que hacer en la calle, no hay que salir”.
Los primeros reportes de las autoridades indican que integrantes de la banda de Los Mexicles, brazo armado al servicio del Cártel de Sinaloa ―que se encuentra en confrontación perpetua con los grupos conocidos como La Línea y Los Aztecas, asociados al Cártel de Juárez―, ingresaron al Cereso para liberar a Ernesto Alfredo Piñón de la Cruz, líder criminal de Los Mexicles, y a varios de sus cómplices, entre ellos César Vega Muñoz, El Chilín.
Los Mexicles tomaron como rehenes a diez guardias, a los que ejecutaron.
Desde hace años, Los Mexicles tienen el control total de ese centro de rehabilitación. Un informe de la Comisión Estatal de Derechos Humanos elaborado en 2019 había alertado que integrantes del grupo criminal se hallaban en poder de llaves que daban acceso a diversas áreas.
Un diagnóstico realizado por la CNDH dos años más tarde reprobó al Cereso en cuanto a sus condiciones de gobernabilidad, y denunció el hacinamiento, la sobrepoblación, la presencia de actividades ilícitas, las trágicas condiciones de higiene, la deficiente separación entre internos y procesados…
Apenas el 11 de agosto del año pasado, integrantes de Los Mexicles irrumpieron en el módulo 2 con la intención de asesinar a un interno apodado El Carpas, quien formaba parte del grupo de Los Chapos (al menos unos 700 internos han sido reportados como integrantes de esta última célula).
El choque provocó la muerte de dos internos y dio origen al llamado “jueves negro”, pues la violencia desatada en el Cereso 3 se extendió a las calles.
Ya una vez, en noviembre de 2019, un conflicto generado en el centro de reclusión había incendiado Ciudad Juárez: aquella vez, en cuatro de días de crisis ininterrumpida, 26 personas perdieron la vida.
Los hechos que siguieron al motín del 11 de agosto de 2022 volvieron a dejar en las calles de la ciudad una serie de ataques con armas de fuego y bombas molotov. Diversos comercios, Oxxos, gasolineras y un Circle K (en donde cuatro empleados resultaron baleados) fueron incendiados. Una cabeza humana apareció en el Periférico. Todo esto había sido ordenado desde el Cereso Número 3 y era producto de la guerra por el control del cristal y la posesión de las calles.
Meses antes de estos acontecimientos, a finales de mayo, uno de los líderes de Los Mexicles, Arturo Arellano, El Freak, acusado de perpetrar 45 homicidios, apareció colgado en su celda. Días más tarde, cinco parientes suyos fueron ejecutados por sicarios que llegaron a buscarlos a una fiesta. Esa noche la fiscalía recogió del piso 77 casquillos calibre .223.
Cuando ocurrió el motín de agosto, una investigación reveló que cuatro custodios habían dejado pasar a otra área a los autores materiales de las muertes que desataron el “jueves negro”. “Algo está funcionado mal ahí”, dijeron las autoridades, y prometieron poner en el centro “atención especial”.
Esa atención no llegó, a pesar de las señales que el Cereso estaba dando. Ayer, durante la inspección realizada por militares tras la fuga y las ejecuciones, se hallaron en los patios armas largas, chalecos tácticos, balas, cargadores y alcohol. Sobre todo en la celda que ocupaba Ernesto Alfredo Piñón, a quien se había condenado a dos siglos de encierro.
Ahora Piñón está libre, con más de 20 cómplices.
En Ciudad Juárez están desplegados más de 6 mil elementos de diferentes corporaciones, entre ellos de la Guardia Nacional. Y, sin embargo, 2023 comienza en esa ciudad con 14 personas asesinadas, 13 lesionados y 24 mexicles prófugos.
Una manera terrible de comenzar el año.