Ciudad Mier al atardecer: es la hora en la que la vida se detiene. Las calles quedan desoladas. Mier se convierte en una sucesión de casas cerradas y locales vacíos.
En este municipio fronterizo de Tamaulipas la agonía dura ya doce años. En 2010, 30 camionetas del Cártel del Golfo entraron hasta la plaza principal. Iban buscando supuestos Zetas casa por casa. Fusilaron a varias personas en la plaza principal. A una, la descuartizaron viva. Sus gritos cimbraban, pero nadie salió.
Ese día, los sicarios del Cártel del Golfo se llevaron a los policías municipales y nunca más volvió a saberse de ellos.
Al año siguiente Felipe Calderón inauguró en el municipio un cuartel militar. De poco sirvió. En 2015 Mier era un pueblo fantasma. Más de 2,500 familias habían ido a refugiarse a Ciudad Miguel Alemán.
Acababan de nombrar a Mier “pueblo mágico”. La gente hacía una broma macabra: “Es mágico porque aquí la gente desaparece”.
En 2018 hombres a bordo de dos camionetas blancas secuestraron al alcalde Roberto González Hinojosa. Acababa de salir de su despacho e iba a reunirse con seguidores para celebrar su triunfo electoral. El alcalde apareció diez horas después. En medio de un operativo para localizarlo, llegó a pedir ayuda a un puesto de inspección vehicular.
La versión oficial fue que lo habían “confundido”.
Al año siguiente González anunció que el éxodo había terminado y que la mayor parte de las familias estaban de vuelta. En 2020, sin embargo, pidió licencia para retirarse del cargo, argumentando motivos de salud. La otra versión decía que su salida obedeció a presiones y amenazas del crimen organizado.
En 2015 la gente todavía tenía la esperanza de ir a refugiarse a Miguel Alemán. A unos 15 kilómetros de distancia, ese municipio, sin embargo, es el epicentro de la guerra entre el Cártel del Noreste y el Cártel del Golfo.
A la gente no le queda más que irse a vivir “al otro lado”, o de plano encerrarse en sus casas. Hasta a la tienda o al súper van con miedo. Nadie sabe en qué momento llegaran las camionetas artilladas del Cártel del Noreste, única autoridad en una ciudad sin ley.
Extorsiones, secuestros de empresarios y comerciantes, comunidades rurales vacías. La calle principal de Mier, cuentan los propios habitantes, es como un cementerio de negocios quebrados. Quedan por ahí cafés, algunos restaurantes, algunas tiendas de conveniencia —y la célebre tienda de botas “Don Cuco”.
En enero de este año algunas de las familias que quedaban también se fueron. Acusaron al Grupo de Operaciones Especiales de ir a Mier a hacer “levantones” encargados por el Cártel del Golfo, a fin de debilitar al Cártel del Noreste.
El pasado 29 de junio, en la carretera ribereña que conecta Mier con Ciudad Miguel Alemán fueron encontrados los cuerpos torturados y mutilados de nueve personas que vestían uniformes tácticos. Conductores grabaron y subieron a las redes aquel horror. Nos recordaron lo que no existe en “las mañaneras”: el abandono y el olvido de poblaciones fronterizas que viven día a día a merced de poderosos grupos criminales: señores de vidas y haciendas.
En la Frontera Chica de Tamaulipas lo atroz es lo normal. Masacres, fosas clandestinas, mutilaciones, decapitaciones, calcinamientos.
Según fuentes de seguridad, además del control de los corredores de la droga, la verdadera guerra es por el tráfico de migrantes.
Se calcula que, entre octubre de 2020 y junio de 2021, un millón 255 mil 824 indocumentados pasaron a Estados Unidos por Tamaulipas. Ese tráfico habría dejado ganancias por más de siete millones de dólares a los grupos criminales.
La zona está llena de brechas, de caminos interestatales que comunican Mier, Alemán y Camargo, con la frontera de Estados Unidos. Es la ruta de la droga, la ruta de los “polleros” que lleva una década envuelta en sangre, y en la que todo ese tiempo la única respuesta ha sido la militarización.
Vidas perdidas. Existencias arruinadas. Poblaciones fantasma. Negocios quebrados. Calles vacías. Y gente que se ha quedado sola y a la que no le queda más recurso que vivir encerrada en sus casas.