El 9 de enero pasado se llevaba a cabo el encuentro de futbol americano entre los Raiders y los Chargers. A las nueve de la noche el bar Viejo Oeste se hallaba atestado. A esa hora, las cámaras del lugar registraron la llegada intempestiva de tres hombres.
Dos de ellos avanzaron de manera directa hacia la mesa de madera en que un grupo de clientes departía. El tercero permaneció cerca de la entrada del bar, protegiendo el paso de sus cómplices.
A los recién llegados les tomó 26 segundos perpetrar la primera masacre de 2022 en Ciudad Juárez, Chihuahua.
Los agresores abrieron fuego a quemarropa contra tres personas: Rodrigo Durán, propietario de un negocio de reparación de techos en El Paso (a quien se identificó como blanco del ataque), el cantante Bryant Durán (hijo del primero) y Gerardo Ávila, El Capi, integrante de un club de ciclismo.
Se desató el infierno. Mientras tronaban las balas algunos clientes alcanzaron a huir. Otros se escondieron en el baño o se tiraron al piso.
Mientras se llevaba a cabo la triple ejecución, el tercer agresor abrió fuego de manera indiscriminada contra el resto de los clientes, de los cuales siete resultaron heridos.
La policía recogió 37 casquillos de 9 y .45mm. Recogió también más de 20 declaraciones.
Y eso fue todo. No hubo detenidos. Antes de que otras masacres borraran de la memoria los hechos del Viejo Oeste, el fiscal general del estado admitió que ni siquiera le había sido posible establecer el móvil: la investigación estaba estancada.
Entre el 11 y el 12 de febrero, como parte de una misma serie de hechos, sicarios asesinaron a nueve personas a las que fueron a buscar a dos velorios.
La primera masacre ocurrió en la madrugada del 11 en una vivienda de la colonia Luis Echeverría, en donde estaban velando a un hombre recién ejecutado. Sicarios irrumpieron en el domicilio y abrieron fuego, matando a tres personas.
Horas más tarde se registró un segundo ataque dentro del templo, en la colonia 16 de septiembre, donde velaban a un segundo ejecutado. Seis personas murieron acribilladas, entre ellas un niño de 12 años, y otras seis resultaron heridas.
El cuadro de horror que los sicarios dejaron atrás fue semejante al que la policía encontró en un taller mecánico, ubicado también en la colonia Luis Echeverría, cuando vecinos reportaron un intenso tiroteo.
Al llegar al lugar las autoridades encontraron los cuerpos despedazados por las balas de cuatro personas, apenas unos niños. Ahí estaban los cadáveres de un menor de 15 años, de un muchacho de 22, y de dos jóvenes que acababan de cumplir 23. En el piso: 61 casquillos de .223 y 9 mm.
El 6 de mayo, Ramiro J.V., cabecilla del grupo conocido como Artistas Asesinos –brazo armado del Cártel de Sinaloa–, fue dejado en libertad al lado de dos cómplices. Ramiro y sus amigos habían sido detenidos con armas de uso reservado y cuatro kilos de marihuana. El juez que llevaba su caso consideró, sin embargo, que no debían permanecer en prisión.
Al salir de la audiencia, de donde los recogió una mujer a la que acompañaban dos niños de 10 y 12 años, el Spark en el que viajaban fue interceptado en una esquina de Avenida Tecnológico: más de 40 disparos terminaron con las vidas de los seis tripulantes del auto.
Hubo una masacre más el pasado 6 de junio: en el patio en el que celebraban una fiesta –eran ya las 4 de la mañana– cinco personas fueron acribilladas y ejecutadas con tiro de gracia. Las víctimas eran familiares de Arturo Arellano, El Freak, jefe criminal de los Mexicles –una de las bandas que disputa el monopolio de la venta de “crystal” en aquella ciudad fronteriza–, quien acababa de aparecer colgado en su celda, y al que la Sedena había acusado de cometer 45 asesinatos.
Esa madrugada las autoridades levantaron 77 casquillos de .223. A dos niños de 8 y 9 años, los agresores “les respetaron la vida”: la policía los encontró, shockeados, en medio de una charca de sangre.
Como en el Viejo Oeste, también en solo unos segundos (16) fueron ejecutadas cinco personas que el jueves pasado celebraban un cumpleaños en el Denny’s de Avenida Tecnológico.
Las víctimas, entre ellas una conocida estilista, acababan de cantar “Las Mañanitas” cuando dos gatilleros entraron al restaurante para acribillarlos y, según revela el video filtrado a los medios, rematarlos con varios disparos.
La lucha de la cocaína, la heroína y las metanfetaminas, emprendida por los brazos armados del Cártel de Sinaloa y el Cártel de Juárez –Los Artistas Asesinos, Los Aztecas y los Mexicles, quienes enfrentan sus propias pugnas y rupturas–, siembra las calles de la frontera con miles de muertos cada año. Pero hoy las masacres van en aumento, cobrando las vidas de niños y mujeres.
No solo en Juárez: el semanario Zeta contabilizó, entre enero y mayo, 86 masacres cometidas en el país, las cuales han dejado más de 400 personas muertas.
Lo sucedido ahí es un botón de muestra de la incontenible espiral de sangre que hoy envuelve al 30% del país.
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