—¿Quién les dio a ustedes la orden de entrar?
—La gente de El Maestrín.
—¿Les habló por teléfono? ¿Dónde lo vieron o qué?
—Nomás amaneciendo y vámonos…
—¿Pero por qué motivo?
—Para que se calentara la plaza.
—¿Eh?
—Para que se calentara la plaza.
—¿Y a dónde está El Maestrín?
—Allá en Río Bravo, me imagino. Quién sabe…
En la madrugada del lunes pasado fue hallada una vieja RAM 1500, de color verde y mal estacionada, en la carretera Reynosa-Río Bravo.
En el interior había dos cuerpos, dos capuchas, un aparato de radiocomunicación, un teléfono celular y varios casquillos de .38 Super.
Uno de los cadáveres, vestido con camisa Polo azul, tenis blancos y pantalón de mezclilla, estaba literalmente molido a golpes. Su rostro, ensangrentado, había quedado deshecho.
Los asesinos le habían dejado en la cartera su licencia de conducir. No querían que hubiera duda alguna:
Conductor: Edgar Valladares Hernández. CURP: VAHE800404HSPLRD09.
Había, también, un domicilio del municipio de Río Bravo.
Ha ocurrido que jefes del hampa en Tamaulipas simulan su muerte para esconderse de sus enemigos o protegerse de la persecución de la policía.
Así que las autoridades decidieron verificar. Había, sin embargo, una alta posibilidad de que aquellos cadáveres fueran los de El Maestrín, líder de una fracción del Cártel del Golfo conocida como Los Escorpiones, y de uno de sus escoltas, apodado El Vale.
El 19 de junio un grupo de sicarios de Los Escorpiones fueron enviados a “calentar” Reynosa, el bastión donde operan sus enemigos: otra facción del Cártel del Golfo conocida como Los Metros.
Lo que hicieron aquel día causó conmoción a nivel nacional. Recorrieron la ciudad cazando a tiros a ciudadanos inocentes que iban hallando a su paso: taxistas, jornaleros, comerciantes, familias y estudiantes.
Dejaron un total de 15 civiles muertos.
Uno de los Escorpiones, participante en aquel ataque directo, fue aprehendido en las cercanías del Puente Pharr.
Fue él quien reveló que la orden de ejecutar todo aquel horror la había dado el jefe de plaza en Río Bravo, El Maestrín.
Vino un mes extraño en el que, entre otras cosas, se confirmó la existencia de un centro de exterminio del Cártel del Golfo en Matamoros (ahí se hallaron 500 kilos de osamentas) y en el que el líder de Los Metros en Reynosa, conocido como Metro 27 o Comandante Calamardo, fue aprehendido y conducido al edificio de la Policía Ministerial.
A ese mismo lugar, sin embargo, fueron a rescatarlo 30 sicarios armados hasta los dientes —lo cual lograron sin disparar un solo tiro: se los arrancaron, literalmente, de las manos a los agentes.
De pronto, en la mismísima presidencia municipal de Río Bravo, así como en distintos lugares de Reynosa, aparecieron varios narcomantas en las que el Cártel del Golfo “informó”:
“Hoy 19 de julio pactamos la tregua de la tranquilidad y nos solidarizamos con el pueblo y con principios e ideologías coherentes a generar la paz.
Nosotros también tenemos familia y nos dedicaremos a lo que realmente nos compete en nuestra empresa. Lo primordial es que los pueblos que cuentan con nuestra presencia se sientan seguros con ella sin preocupación alguna, firmando entre nosotros la paz y fortaleciendo la Unión de Nuestras Plazas, demostrando ante todo que el Cártel del Golfo tiene principios y su mayor prioridad es la tranquilidad del estado y el bienestar de los pueblos”.
Las narcomantas estaban firmadas por los “jefes del cártel”, entre otros, el del Grupo Escorpión.
Así que, de manera intempestiva, uno de los azotes de Tamaulipas, el Cártel del Golfo, enarbola principios e ideologías “coherentes a generar la paz”, es decir, enarbola la doctrina de “abrazos, no balazos”, y entrega como trofeo, dentro de una RAM color verde, el cadáver del autor intelectual de la masacre de Reynosa.
¿A raíz de qué el Cártel del Golfo tomó la decisión de “portarse bien” y dedicarse solamente al tráfico de drogas, personas, armas, combustibles?
¿Qué pasó en Tamaulipas?