Mientras el caso de Ariadna Fernanda, la joven cuyo cuerpo apareció en la carretera a Tepoztlán, y a la que se le practicaron dos autopsias con resultados diametralmente distintos (deceso por broncoaspiración y deceso por politraumatismo), causaba una revolución en México, cinco mujeres más fueron pavorosamente asesinadas en Cuautla, Morelos. 

El viernes 4 de noviembre, unos días después del hallazgo de Ariadna Fernanda, la fiscalía de Feminicidios informó del hallazgo, en la colonia Gabriel Tepepa, de los cuerpos desmembrados de tres mujeres. Las habían abandonado dentro de bolsas de plástico negro. 
Se trataba de una comerciante del centro de Cuautla y sus dos hijas, una de ellas menor de edad. 

Un segundo levantamiento de cadáveres se realizó el mismo día en un predio de la colonia Cuautlixco. Ahí se hallaban los cuerpos, maniatados y con tiro de gracia, de dos mujeres más. 

Apenas en marzo pasado, Cuautla se había sacudido con el feminicidio de Evelin Afiune Ramírez, una muchacha de 22 años, estudiante del Tecnológico Nacional, que salió a una entrevista de trabajo y fue encontrada días más tarde dentro de una bolsa abandonada en un canal de riego de Santa Inés. 

La ola feminicida que ha pintado a Morelos de rojo había dejado 530 asesinatos de mujeres entre 2000 y 2013. La alerta de género se declaró en la entidad en 2015, y sin embargo la violencia sigue creciendo: 611 casos se han reportado, según la Comisión Independiente de Derechos Humanos, entre 2015 y 2022. 

En siete meses de este último año historias de terror se siguen tejiendo, sobre todo entre mujeres menores de 30 años. 

Evelin Afiune había sido la víctima número 12. 

Hoy, la fiscalía de Feminicidios reconoce 31 casos, aunque la Coidh ha contabilizado 64, entre enero y julio de 2022. 

La espiral recorre sin tregua los municipios de Cuernavaca, Emiliano Zapata, Cuautla, Jiutepec, Temixco, Xochitepec, Yautepec y Puente de Ixtla. 

Pero la ola no para ahí. Entre el momento en que Ariadna Fernanda fue arrojada a un lado de la carretera a Tepoztlán y el siniestro hallazgo de tres mujeres descuartizadas en Cuautla, otros hechos atroces, en una serie imparable, sucedieron en la Ciudad de México. 

El periodista Antonio Nieto relató el caso de una mujer de 73 años que el 2 de noviembre fue asesinada a batazos por un hombre que había entrado a su casa disfrazado. El periodista Carlos Jiménez reportó un día más tarde el de otra mujer, de 74 años, que en la alcaldía de Tlalpan fue asesinada por su pareja dentro de su propia casa. 

De acuerdo con Nieto, ocho mujeres fueron asesinadas en la capital del país en solo cinco días, entre el 29 de octubre y el 2 de noviembre. 

A una de ellas la asesinaron a quemarropa frente al puesto en que cenaba. A otra la balacearon desde un auto. A una más la acuchillaron en Milpa Alta y a otra, de solo 16 años, la cosieron a tiros en Iztapalapa. 

Se registró el caso también de Lidia Gómez, quien se aventó desde un taxi en movimiento luego de pelear con el conductor. 

El 30 de octubre se había reportado ante la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México la desaparición de Sandra Jiménez Burgos, de 43 años de edad. 

Su hijo, quien la había reportado, la buscó en todos los sitios posibles. Finalmente, según su ficha de búsqueda, Sandra fue localizada sin vida. De acuerdo con la escueta información disponible, amigos suyos señalaron como presunto responsable a su pareja sentimental. 

La oleada feminicida del Día de Muertos nos arroja a la cara una vez más una de las grandes tareas pendientes de México, un país en donde entre enero y septiembre fueron asesinadas 695 mujeres. 

Un país en donde las mujeres fueron acuchilladas, golpeadas, calcinadas, acribilladas, envueltas en cobijas, quemadas o rociadas con ácido… Un país en el que a las mujeres las tiraron en brechas, carreteras, predios, calles, callejones, sembradíos y, sobre todo, dentro de su propio hogar. 

Un país, en fin, en el que todo se olvida hasta que viene a sacudirlo el pavoroso caso siguiente.

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