Llegó a Fresnillo otro amanecer sombrío. A las seis de la mañana del 5 de febrero pasado, la gente que salía o llegaba a las maquiladoras instaladas en la comunidad de Pardillo III, encontró en la calle principal, por la que arriban precisamente los autobuses, diez cuerpos envueltos en cobijas y bolsas de plástico negro aseguradas con cinta adhesiva.
Desde una camioneta, hombres armados los fueron colocando a cinco o diez metros uno de otro, a lo largo de dos calles del centro.
“No los arrojaron. Los fueron como acomodando”, dijo un testigo.
El resultado fue una escenificación macabra.
Los cadáveres se hallaban envueltos de pies a cabeza: no se les apreciaban los rasgos. Solo eran bultos tendidos sobre el pavimento.
La gente de Pardillo puso de inmediato a circular aquellas imágenes. No tardaron en llegar los medios ni los efectivos de diversas corporaciones. En eso llegó también un dron que sobrevoló la zona.
Los militares preguntaron a los reporteros si le pertenecía a alguno de ellos. La respuesta fue negativa. La conclusión fue que los autores de aquella siniestra escenificación estaban contemplando sus efectos. La población se alarmó más con la idea “de que la estaban viendo”.
Simultáneamente eran descubiertos seis cadáveres más, colgados de las puertas y ventanas de una bodega de las comunidades de San Pablo y Santa Elena, en la comunidad de Pánfilo Natera, a unos cien kilómetros de distancia.
Se trataba de hombres jóvenes. Algunos de ellos salían apenas de la adolescencia. Habían sido golpeados (muy golpeados) y los habían colgado con cuerdas amarillas. Les habían pegado cartulinas en la ropa: “Cártel de Sinaloa. MZ”, decían.
La firma del Mayo Zambada.
En otro mensaje que estaba tirado en el suelo de tierra de la bodega, junto a un tenis abandonado, se leía: “Esto les bapasar a todos los estorsionadores cobra cuotas y secuestradores. Atte. MZ” (sic).
Apenas el 5 de diciembre se habían descubierto en Fresnillo nueve bolsas con restos humanos. Cuatro de ellas fueron abandonadas a espaldas del Panteón de Santa Cruz y otras cinco aparecieron en el centro de la ciudad (esquina de Durango y Encino).
El 6 de enero, a las 5:30 de la mañana, como un abierto mensaje al gobernador David Monreal, diez cuerpos torturados, y la mayor parte de ellos estrangulados, fueron abandonados dentro de una furgoneta en la plaza principal de Zacatecas, la capital del estado, a un lado del monumental árbol de Navidad que la adornaba.
Las cámaras mostraron al hombre que los llevó, huyendo por los callejones del centro.
El presidente López Obrador calificó los hechos de simple “provocación”, y aseguró que en 43 días los homicidios en la entidad se habían reducido 25 por ciento.
A finales de noviembre se había anunciado el despliegue de 3,844 efectivos del Ejército y la Guardia Nacional “para recuperar la paz de los zacatecanos”. Acababan de aparecer nueve hombres colgados en un puente de la población de Guadalupe. Días más tarde, otros ocho aparecieron pendiendo de puentes y árboles de Fresnillo.
A fines de enero de 2022 dos cuerpos más aparecieron en Ciudad Cuauhtémoc, los habían asesinado a tiros y luego los colgaron en el mismo puente en donde habían aparecido “los nueve colgados de Zacatecas”.
Los militares fueron secuestrados mientras se hallaban francos. Con ellos sumaban tres militares asesinados durante el mes de enero en aquel estado. Para entonces 13 elementos de diversas corporaciones, municipales, de seguridad vial y de seguridad penitenciaria, habían perdido la vida en el estado.
La semana pasada fue detenida por autoridades federales una célula del Cártel Jalisco Nueva Generación, a cargo de un sujeto apodado El Nueve: expolicía municipal de Puerto Vallarta, luego policía estatal de Jalisco que en 2020 fue enviado a Zacatecas como jefe de plaza.
Está relacionado con la ejecución de los hombres hallados en la furgoneta de la plaza de armas y era la punta de lanza de la guerra que El Mencho, en alianza con el Cártel del Golfo, sostiene en Zacatecas contra la gente de Ismael El Mayo Zambada: un grupo conocido como Los Cabrera, el más violento de esa facción. A todo esto, se suma la presencia del Cártel del Noreste, formado por los antiguos y sanguinarios Zetas.
La analista Irma Mejía, compañera de páginas de EL UNIVERSAL, ha afirmado que la guerra entre los cárteles se ha desplazado ahora a la zona rural, teniendo como epicentro el municipio de Fresnillo, donde hubo otro amanecer sombrío, con cuerpos dispuestos en una escenificación macabra.