“El control de la pandemia nos está permitiendo regresar a nuestro plan original”, dijo el presidente López Obrador el miércoles pasado ante un Zócalo lleno.
¿El control de la pandemia? López Obrador había dicho algo muy parecido en abril de 2020, cuando se avecinaba sobre México una catástrofe no vivida en más de un siglo: “Se ha podido domar la pandemia”.
Está registrado lo que ocurrió.
Ocho meses más tarde, a finales de ese año, las calles estaban llenas de caravanas fantasmales de enfermos que buscaban una cama y un ventilador, y de familias desesperadas que intentaban hallar un tanque de oxígeno.
A fines del año en que se domó la pandemia había 20 mil contagios cada 24 horas y el propio gobierno de López Obrador admitía 140 mil muertes de mexicanos por Covid-19.
Ahora, el mismo día en que el presidente aludía al “control de la pandemia”, a la Secretaría de Salud llegaban datos preocupantes sobre el aumento en el número de contagios. En solo 14 días, 21 mil 415 personas habían presentado síntomas de Covid.
Mientras el presidente celebraba en el Zócalo, llegaban a los hospitales 2 mil 842 nuevos pacientes y en la última semana morían más de 250 personas a causa de la pandemia.
Esos eran los datos ofrecidos por su gobierno.
Seis estados del norte de México presentaban altas tasas de ocupación y saturación hospitalaria, tanto en camas generales como en camas con ventilador y en unidades de cuidado intensivo.
En aquellos estados 74 unidades médicas reportaron, en camas generales, hallarse al 100% de su capacidad; 27 más notificaron encontrarse “al límite”.
Conviene repetir las cifras que contrastan con el optimismo presidencial que tantas muertes arrojó en 2020. Cifras, digamos, “para documentar” su desconcertante optimismo:
En Coahuila las unidades de cuidado intensivo están hoy al 75%. En Chihuahua al 54%, y las camas con ventilador al 40.4%.
En Baja California hay una saturación de camas generales de 49.9%; en Sonora de 43% y en Aguascalientes de 43.3% (con 53.1% de ocupación en unidades de cuidado intensivo).
Unos días antes de la concentración multitudinaria en el Zócalo, el mismo gobierno del presidente López Obrador había entregado la cifra de exceso de mortalidad en México, entre febrero de 2020 y el 8 de noviembre de 2021.
En esos meses, con relación a mediciones anteriores a la pandemia, se esperaba la muerte de 1 millón 338 mil 773 personas.
Pero no fue así.
En ese periodo se observaron 1 millón 967 mil 319 fallecimientos. El exceso de defunciones fue de 628 mil 546: 46.9% más de las esperadas. El porcentaje de exceso asociado a Covid-19 fue de 70.4%.
Hasta hace tal vez mes y medio, el promedio de muertes diarias era de 450.
Un militar de alto rango del Ejército me señaló hace unos días que un batallón está formado por 400 elementos. Digamos que en esta guerra que ya “está controlada”, perdimos dos batallones y medio diariamente en enero de 2021 y prácticamente un batallón diario a lo largo del año que siguió (365 defunciones entre junio y noviembre).
En los peores meses de 2020 perdimos de hecho el equivalente a cuatro batallones diarios. Es la guerra que el gobierno lleva meses diciendo que ha ganado.
Se dijo, desde el Zócalo, que “el control de la pandemia nos está permitiendo volver a nuestro plan original”. Pero las cifras muestran que nos están mintiendo de nuevo. No hay control alguno y para colmo se ha caído la vacunación en los días en que una nueva ola comienza a saturar los hospitales en seis estados.
Hay 628 mil 546 muertes más de las esperadas. El militar con el que hablé hace unos días dijo algo que me estremeció: en 2021, el Ejército mexicano está compuesto por 319, 080 elementos.
Es decir, desde que llegó la pandemia hemos perdido el equivalente a dos ejércitos mexicanos completos.
Llenemos el Zócalo. Hemos ganado la guerra.