“Así de rápido enciende la pólvora negra y en cantidades mínimas produce explosiones como ésta. Sin embargo, en cantidades superiores y en un recipiente cerrado puede causar una detonación de grandes proporciones como la ocurrida en el atentado del centro comercial de Las Condes”, se escucha en un reportaje transmitido por televisión, en el que Eduardo “N” y Georgina “N” se inspiraron al momento de planear el asesinato de un empresario restaurantero ocurrido la semana pasada en Salamanca, Guanajuato.
El video se hallaba en el teléfono de Eduardo “N”, uno de los autores intelectuales del ataque ocurrido en el restaurante Barra 1604, de Salamanca, Guanajuato.
El 20 de septiembre, en el municipio de Cortázar, los esposos Eduardo “N” y Georgina “N”, estacionaron la camioneta Nissan estaquitas de la que habían salido de Valle de Santiago y abordaron un taxi que los condujo a Salamanca.
El conductor recordó más tarde que la pareja llevaba “una bolsa negra, algo grande, como un regalo”. Los pasajeros le pidieron que abriera la cajuela para depositarlo ahí. Era la bomba que ese día mató a dos personas e hirió a cuatro más. La pareja llevaba también un teléfono de prepago que habían dado de alta en Comonfort y que meses atrás había sido robado a un usuario.
En Salamanca, los esposos entraron en contacto con el encargado de una empresa de moto-envíos que se anunciaba en redes sociales y se dedicaba a entregar regalos y arreglos florales.
Dos hermanos —hombre y mujer— acudieron a recoger el regalo al lugar indicado. La mujer les pidió que le llevaran el paquete a Mauricio Salvador Romero Morales, socio del Barra 1604, que aquella tarde se encontraba celebrando su cumpleaños.
La indicación fue que entregaran el regalo a las afueras del establecimiento y le avisaran por mensaje en cuanto Romero lo tuviera en las manos (la primera versión de las autoridades indicó que el regalo iba dirigido al socio de Romero, Mario Alberto Hernández Cárdenas, quien también moriría a consecuencia del bombazo). Los mensajeros cobraron 50 pesos por el servicio. Para ellos, todo iba a quedar destruido a partir de esa tarde.
Según las investigaciones, cuando Eduardo “N” recibió el aviso de que el paquete finalmente había sido entregado, activó el artefacto explosivo a distancia, a través de una llamada telefónica.
Ambos socios murieron a consecuencia del impacto. Cuando la joven del servicio de moto-envíos –quien se contó entre los heridos— relató lo que había ocurrido, los investigadores supieron que la mejor pista disponible estaba de momento en el teléfono del mensajero.
Pero el aparato había resultado seriamente dañado a consecuencia de la explosión. Expertos de la fiscalía del estado tuvieron que reconstruirlo, “hacer una especie de Frankenstein”, para llegar al sistema operativo y duplicar la pantalla.
Lograron rescatar 22 minutos de capturas. Ahí estaba registrado el sitio en el que el paquete había sido entregado. Mediante cámaras de vigilancia se logró ubicar el número económico del taxi que Eduardo y Georgina habían abordado: se analizaron casi 600 horas grabadas en cámaras de video para lograr captar la ruta, en retrospectiva, que los autores intelectuales habían realizado.
Fuentes que llevan la investigación indican que la víctima había recibido de su asesino un millón 200 mil pesos, a fin de que pudiera abrir el restaurante. Eduardo “N” esperaba ser incluido como socio, lo cual no ocurrió, “por lo que se sintió traicionado”. Retrasos en el pago del dinero lo llevaron a idear la manera de darle a la víctima un escarmiento.
Halló de pronto información sobre lo fácil que era hacer un artefacto como el que explotó en Las Condes. Pagó 50 pesos para que se lo llevaran a su víctima.