El sicario que atentó contra la vida del periodista Ciro Gómez Leyva concedió una entrevista durante una larga hora a la activista Saskia Niño de Rivera, directora de Reinserta y conductora de un podcast muy exitoso: Penitencia. Hasta el momento se han dado a conocer algunos polémicos fragmentos; hace unos días, sin embargo, pude conocer la entrevista completa. Se trata de un documento escalofriante por lo que revela y por todo lo que deja entrever.
Niño de Rivera había buscado la entrevista durante al menos seis meses. Héctor Martínez Jiménez, El Bart, el sicario que la noche del 15 de diciembre de 2022 disparó en contra de Gómez Leyva, se había negado a concederla. Argüía que necesitaba “pedir permiso”.
De pronto todo cambió. Aunque El Bart admite en la charla que los miembros del grupo criminal al que pertenece le han contratado un abogado defensor, ha dejado de sentirse leal “a ellos” porque no lo apoyan “y yo no fui a comprar tortillas”.
En la entrevista no aparecen nombres, apodos, ni títulos de organizaciones criminales. No hay pistas sobre quién pudo ordenar la ejecución del periodista. El Bart admite, sin embargo, que hay unos “ellos”, y hace referencia a un personaje que lo inició en el crimen de manera brutal.
Relata que comenzó “vendiendo vicio”, sometido durante dos años, y que luego lo llevaron al sicariato de manera obligada: lo amenazaron con matarlo a él y a su padre si no “daba de baja” a su primer “paciente”. “Así son, cobardes. No pueden hacer lo que les ordenan y agarran a otras personas que sí avientan al ruedo”, explicó.
Era el primero de la extensa cadena de asesinatos que El Bart admitió en la entrevista con una sonrisa. Aquella vez sintió miedo, dijo, “pero acabada la misión te dan drogas, te aplauden, te echan porras… Ya se te olvida, te echas un alcohol”. Esa noche no sintió remordimiento. Pudo dormir tranquilo. Esa primera vez no le pagaron nada. “Las pagas” comenzaron más tarde de la mano del mismo individuo que lo obligó a matar por primera vez: “Después del sacrificio viene la buena, ya cuando te pagan”, dijo.
Nacido en la Ciudad de México hace 34 años, Martínez Jiménez vivió varios años con su madre en Puerto Vallarta, en una casucha con techo de lámina “y solo dos huevos en el refrigerador”. “Estar en el piso es lo que te motiva. Es lo que forja al hombre. Ya pasé por el piso, yo quería estar en el cielo… Estar arriba, tener dinero, subir, ser alguien en el ambiente”, declaró.
Sostiene Martínez Jiménez que durante mucho tiempo no se inmiscuyó con “ellos”, ni perteneció a ningún grupo. Se consideraba un mercenario. “Yo nomás voy y mato y ya”.
La razón: “ellos” se “quieren comer el pastel solos, son muy avariciosos y yo no… La gente de ahora, todo para acá y poquito para allá”. Dijo que él se considera, en cambio, un Robin Hood: que regalaba tenis, que le daba leche para sus hijos a los miembros de su equipo, que les decía: “¡Vénganse, vámonos para Acapulco!”. Que ayudaba en lo que podía a sus vecinos.
Pero que todo lo bueno conlleva un sacrificio, y el sacrificio es matar. Admitió haber “dado de baja” a 20 “pacientes”. Admitió que la persona con la que se inició en el crimen comenzó a lavarle el coco para que se uniera al grupo criminal: “Hay oportunidad de crecer”.
20 homicidios después se define como “un hombre noble que mata gente” y llora al enterarse por medio de internet de las noticias sobre animales maltratados: “Lloro cuando veo esas cosas”, dice. A pesar de llevar “20 años de drogadicto”, afirma que solía aleccionar a los niños de su unidad para que no siguieran sus pasos.
Pese a todo, relató, “simplemente con que les des un arma y la promesa de crecer, ya con eso. ¿Sabes qué? Yo te voy a dar cinco mil pesos para que mates a ese güey y vas a ser alguien de mi equipo… Ya con eso te matan chamacos de 16, 15 años…”. Recordó un “trabajo” en el que “dieron de baja” a una persona: lo llevó a cabo un muchacho de 14 años al que no le pagaron. “Le daban su ropa, su moto y pertenecer al equipo. Matoncitos de a peso”.
Aunque le gustaba mantener un bajo perfil, llegó a andar “con personajes grandes”. “Yo ya me he tiroteado con policías…”, recordó.
El Bart no se arrepiente, desde luego, de haber atentado contra Ciro Gómez Leyva. Dice que su error fue no haberlo matado y que volvería a intentarlo, aunque “solo y con más precaución”. Acepta que uno de sus cómplices fue asesinado por haber cometido el error de no advertir que la camioneta del periodista estaba blindada, y declara que ese fallecimiento “sí lo disfruté”.
“Si hubiera logrado mi objetivo estaría en libertad”, dice, porque en “México mágico” quedan siempre impunes las muertes de los periodistas: “Cuántos periodistas han matado y no ha pasado nada”.
El Bart pronunció entonces esa frase brutal: “Mi idea era: muerto, libre, con dinero… ese era mi pienso. Lo mato, me voy a donde me tenga que ir, me escondo un rato, se enfrían las cosas, coronado, y ya. Tengo dinero y tan tán, lo que siga”.
Lo aprehendieron en Michoacán al salir de una tienda. Quiso matarse con los agentes, pero no logró desenfundar. Pasa las noches tranquilo. “Las personas que se han ‘dado de baja’ es por algo… Soy buena persona”, dice.
Aspira a pasar no más de 13 años en la cárcel. Y dice que no le pediría perdón a Gómez Leyva y que los periodistas tienen un problema: “por querer sacar su nota se meten con quien no deben o hablan de más. No se ponen a pensar que tal vez estas personas tengan un paro más arriba que ellos”.
La entrevista de Saskia Niño de Rivera descorre un telón que nos permite ver el abismo en que estamos metidos. Me pregunto si la activista se ha puesto en riesgo ante “ellos” y creo que tendrá que tomar medidas de seguridad tras este vistazo al horror, a la negra realidad de México.
Año y medio y una docena de detenidos después, no hay más luz sobre el atentado contra Ciro Gómez Levya que las densas sombras que deja entrever esta entrevista.