La Supercopa de España se ha convertido en otro ejemplo de cómo los directivos de una federación o Liga pueden prostituir a su futbol al mejor postor. Porque por más que existan necesidades económicas en la golpeada industria o que la evolución de la misma haga que se pruebe mercado en naciones emergentes, no deberían tocarse las pocas tradiciones que quedan. Y en el futbol español, esto se ha dado muy seguido.
Ya hace unos años cambiaron sus horarios para satisfacer al mercado asiático (en concreto de China) y ahora han movido la Supercopa fuera del país. Primero la mandaron a Marruecos en 2018, lo cual de por sí les generó fuertes críticas. Después, seguramente con más millones de dólares en la mesa, la llevaron a Arabia Saudita, pero no solamente eso, sino que —como si no fuera ya algo para el escándalo sacarla del país— le cambiaron el formato para agregar dos partidos a quienes ahora les pagan; de ahí que tengamos semifinales y final.
Por eso, las palabras previas al viaje a Riad de Raúl García, delantero del Athletic de Bilbao, que es el actual campeón y jugará la final el domingo contra el Real Madrid, para defender este título: “Estamos jugando un campeonato de nuestro país e irse a otro país tiene el sentido que todos sabemos que tiene... El futbol ha cambiado en el sentido de que ya no se piensa en el aficionado. Ahora mismo, lo que importa es generar dinero e intentar sacar patrocinios”.
Contundente y certero en un tema que a muchos en España no ha gustado y que, de continuar esta tendencia, puede seguir sucediendo con otras Copas o torneos de otros países. Hoy, el mundo árabe entiende que todo lo puede comprar con su dinero, porque así lo ha permitido la FIFA con el Mundial de Qatar y el Mundial de Clubes, que será en Emiratos Árabes Unidos, y la Liga de España con esta Supercopa. Hoy, manda el dinero y el que ofrece más se lleva estos torneos o partidos que deberían mantenerse en su territorio, con sus tradiciones bien arraigadas.
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Pero han prostituido tanto al futbol que son capaces de llevar a los clubes o selecciones más importantes a pueblear en busca de los petrodólares. Al rato, solamente falta que a la UEFA se le ocurra vender la final de la Champions League —o empezar con la Europa League, y ver qué reacciones genera— para que se juegue en Qatar, Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudita. Es cierto que necesitan dinero, que deben hacer negocio, pero a costa de qué. ¿Cuánto más van a sacrificar sólo en busca de llenar sus bolsillos?
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