Se volvió viral en redes sociales la imagen del mapa de la Ciudad de México dividido exactamente en dos mitades: del lado izquierdo, al poniente de la capital, todas las alcaldías fueron ganadas por la oposición; del lado derecho, al oriente, todo será territorio Morena.
Es el retrato del país con el que se siente cómodo el presidente Andrés Manuel López Obrador. No es un presidente que aspire a la unidad. Es un presidente que encuentra en la polarización el combustible idóneo para su movimiento. La división como estrategia electoral, el encono como narrativa de gobierno.
Después de tres años en el poder, llegó la cosecha: tiene al país dividido. Lo acaban de demostrar las elecciones federales para renovar la Cámara de Diputados: Morena y sus aliados obtuvieron el 42% de los votos, mientras el bloque opositor recibió el 40%. Lo mismo en las elecciones para gobernador: con las que ganó antier, la mitad de los gobernadores del país serán de Morena y la otra mitad serán de oposición.
Un país partido por la mitad es escenario cómodo para los populistas. Desde Donald Trump hasta Hugo Chávez, por hablar de los dos polos populistas. Ambos ganaron sus elecciones apostando a dividir el país y tener la mitad tantito más grande. También así gobernaron: nunca se asumieron como representantes de todos sus ciudadanos, sino como mariscales de uno de los dos batallones. Hicieron de la confrontación con la otra mitad, la columna vertebral de sus estrategias electoral y de gobierno.
SACIAMORBOS
1.- Para López Obrador, aun con el golpe político de tener 50 diputados menos en la Cámara, aun con el golpe moral de aliarse con el Partido Verde para alcanzar la mayoría, aun con el golpe emocional por ser derrotado en la Ciudad de México, su bastión, la perspectiva es buena: el presidente tenía 6 gobernadores de su partido tras la elección del 2018, súmele 11 más que ganó antier, con que se lleve la mitad de las 8 gubernaturas que se juegan en los próximos dos años, López Obrador estaría llegando con 21 gobernadores a la sucesión presidencial de 2024. Dos tercios del territorio. Una nada despreciable capacidad de operación política para quien quiera que lo suceda en Palacio.
2.- De su interminable acervo de rencores, dos perlas de la mañanera de ayer. La primera, culpó a un puñado de periodistas (entre los que me incluyó) de su derrota en la Ciudad de México. El argumento: en la capital del país nos leen, escuchan y ven. Vaya, vaya: un presidente que lamenta que la ciudadanía esté informada, que apuesta a la desinformación para vencer en las elecciones. Y la segunda, dijo que en la jornada electoral se portaron bien los criminales: “los que pertenecen a la delincuencia organizada en general bien, se portó más mal la delincuencia de cuello blanco”. Es decir, para el presidente es mejor la delincuencia que mata que la que evade impuestos. Para él, todo empresario (sobre todo si se mete en política) es un delincuente impune, un delincuente de cuello blanco. ¿Los narcos? Para ellos todo su respeto.
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