Se le hizo fácil. Llegó al poder pateando las mesas y acusando de corrupto a todo el que se le pusiera enfrente. No había contrato limpio, no había empresario honesto, no había funcionario eficaz. Para él, todo estaba podrido. Y ante un país que se presentaba como un paciente muy enfermo, el cirujano sacó el hacha en vez del bisturí. A consecuencia de esos arranques irracionales, su pueblo sufre.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, determinó que la relación entre farmacéuticas y gobierno era profundamente corrupta. Seguramente había mucha corrupción: tratándose del gobierno de Peña Nieto, lo raro es que no hubiera. Pero con todas las herramientas del Estado a su disposición, el presidente no presentó una denuncia, no abrió una carpeta de investigación, no llevó a nadie a la cárcel ni exhibió ninguna prueba de sus dichos. Sencillamente, decidió cortar la relación con las empresas dedicadas a hacer medicinas. ¿La consecuencia? Generó una crisis de desabasto de medicamentos que, a dos años de gobierno, sigue causando estragos económicos y de salud a las familias mexicanas.

Arrinconado, buscó restablecer la relación con los laboratorios. Le informaron que son farmacéuticas, no farmacias: no tienen medicinas en un anaquel esperando a que las pida un país, sino tienen que fabricarlas y el proceso puede demorar un año.

Envalentonado, firmó un convenio Insabi-ONU y dijo que Naciones Unidas iba a comprar las medicinas en los mercados internacionales y las traería a México. No ha podido. Lleva medio año de retraso el asunto.

Frustrado, buscó de nuevo a las farmacéuticas. En medio de la pandemia, lo batearon: las corporaciones internacionales le perdieron la confianza. Ya mejor prefieren esperar los tres años que quedan de gobierno y ver si hay modo de trabajar con la siguiente administración.

Desesperado ante la escasez de medicamentos, el Insabi se ha comunicado con varios gobiernos estatales para decirles que mejor ellos (que no se pelearon con las farmacéuticas) compren directamente las medicinas. Que el gobierno federal les transfiere el dinero para pagarlas, pero que por favor, resuelvan ya el desabasto.

Por eso está tan irritado el presidente AMLO con la ONU, a la que ha calificado de simuladora y “florero” con el argumento de que ha fracasado en evitar que las grandes potencias acaparen las vacunas, porque no ha llegado a México una sola dosis a través del mecanismo Covax de Naciones Unidas para repartir equitativamente las vacunas.

SACIAMORBOS

Es un gran logro del presidente AMLO haber arrinconado hasta la salida al impresentable líder del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps. Varios presidentes intentaron deshacerse de él, pero terminaron coludiéndose y llenándole los bolsillos de dinero del presupuesto. Cuando Romero Deschamps estaba en la plenitud de su poder, en sexenios del PRI y el PAN, en esta columna denunciamos sus abusos: desde la excéntrica vida de sus familiares en el extranjero (uno era conocido como “el hijo del dueño de Pemex”) hasta su sospechoso control del negocio de las pipas que lo hermanaba con lo peor de la mafia. Por eso, ojalá lo que consiguió López Obrador no sólo sea jubilación política, sino rendición de cuentas ante la justicia. 


historiasreportero@gmail.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS