La Inteligencia Artificial o IA se ha vuelto más popular; hoy en día, casi todos hablan de la IA. Quiero aclarar que la IA no es un producto o una cosa que se pueda envolver en una caja mágica. La IA es una disciplina científica que se ocupa del desarrollo de sistemas computacionales capaces de percibir, razonar, aprender y tomar decisiones de manera autónoma. Esto se busca mediante algoritmos y modelos matemáticos para reconocer patrones, analizar datos, interpretar información, adquirir conocimiento y generar respuestas. De esta manera, el principal objetivo de la IA es tratar de emular la inteligencia humana, o al menos obtener resultados similares a los que obtendría un humano.

Por un lado, algunos nos mostramos entusiasmados con los grandes avances en los modelos de aprendizaje automático (subdisciplina de la IA) de la última década, mientras que algunos más siguen incrédulos del potencial alcance que pudieran tener esas técnicas en las tareas cotidianas. En contraparte, otro grupo de personas prefiere beneficiarse del uso de dichos sistemas sin ni siquiera tomarse el tiempo ni el esfuerzo de entenderlos. Pero sí, la gran mayoría de personas se mantienen inquietos y temerosos por lo que será. Como cualquier herramienta diseñada por la humanidad, los sistemas inteligentes tienen grandes ventajas en todas las áreas de estudio, desde la educación hasta la salud pasando por cualquier ramo de la manufactura. Sin embargo, como cada herramienta, también tiene sus riesgos.  Incluso se ha comentado que ahora todos quieren regular la IA, porque no bastan las leyes ya establecidas por la ciencia ficción.

Por su parte, el Parlamento de la Unión Europea ha estado preparando lo que, de aprobarse, sería la primera regulación sobre Inteligencia Artificial. Según lo han comentado, buscan regular la IA para asegurar mejores condiciones para su desarrollo y uso de las tecnologías. Han estado trabajando desde abril de 2021 para clasificar a los sistemas de acuerdo al grado de riesgo que podrían provocar a sus usuarios. Buscan asegurar que los sistemas de IA sean seguros, transparentes, rastreables, no discriminatorios y amigables con el medio ambiente. El Parlamento de la Unión Europea hasta ahora ha definido una lista de riesgos que restringe los usos discriminatorios e intrusivos de los sistemas inteligentes.  Como riesgos inaceptables listan la manipulación ideológica de personas, sistemas de identificación biométricos remotos, reconocimiento de emociones, y sistemas predictivos basados en perfiles o comportamiento criminal o de categorización de personas. Además, piden evaluar los sistemas inteligentes en ambientes de la vida real controlados establecidos por las autoridades públicas antes de poder utilizar los productos con dichos sistemas. De ser aprobada, al final de este año tendrían la regulación lista. Otros países como Estados Unidos también han declarado su interés de incorporar regulaciones.

Comparto la preocupación sobre la importancia de regular el desarrollo de los sistemas inteligentes. Sin embargo, también comparto la inquietud de muchas personas que estudian las disciplinas y subdisciplinas de la inteligencia artificial acerca de si quienes toman decisiones en los gobiernos realmente comprenden el potencial y los beneficios de las tecnologías y modelos de aprendizaje en los sistemas inteligentes; y ni hablemos de si entienden su funcionamiento. Cabe mencionar que los objetivos de las regulaciones propuestas sí están alineados con la Recomendación Sobre la Ética de la Inteligencia Artificial de la UNESCO de noviembre de 2021. Los cuales, a su vez, ya se han venido mencionando en diferentes códigos de ética y conducta profesional para todas las personas relacionadas con el desarrollo de los sistemas computacionales desde el siglo pasado.

Otra preocupación de las personas es que el uso de sistemas inteligentes eliminará empleos; sobre todo en actividades altamente automatizables. Sin embargo, muchos otros empleos tendrán cambios dando oportunidad a la creación de más y mejores trabajos. Similarmente a como ha venido aconteciendo en cada innovación tecnológica e industrial a lo largo del tiempo. La diferencia competitiva, como siempre, reside en la educación y el entrenamiento que deben tener las generaciones actuales y las siguientes de profesionistas. Hoy en día debería ser impensable que los planes de estudio regulares no incluyan cursos sobre pensamiento computacional y matemático que permitan entender y usar los modelos de aprendizaje y sistemas inteligentes con la búsqueda de mejorarlos. La preocupación debería dirigirse a las estrategias públicas y privadas de la educación para cerrar el hueco existente de analfabetismo digital.

Sigamos apostando por la investigación para ser competitivos, apostemos más a la inteligencia natural.

Google News

TEMAS RELACIONADOS