Viernes por la tarde, salimos de trabajar y vamos al supermercado a comprar algunas cosas para cenar. Ya es fin de semana, es momento de relajarse y disfrutar un buen rato con la familia y amigos. Terminamos de hacer nuestras compras, llegamos a la caja y procedemos a pagar, embolsar, y encaminarnos a casa. Normalmente, cargamos con nosotros una bolsa reutilizable color verde con unas flores impresas en color blanco que usamos para hacer el super normalmente pero, por el motivo que ustedes gusten imaginar, la bolsa se nos ha quedado olvidada en la oficina, ya es la tercera vez que pasa esto este mes. Al llegar a la caja compramos dos bolsas reutilizables, ¡Ese gastito extra por el medio ambiente lo vale! Debemos, a toda costa, y estamos obligados a evitar el uso de plásticos de un solo uso.
Las bolsas de plástico son malas y debemos dejar de utilizarlas si queremos salvar al planeta. Embolsamos todo, nos encaminamos a casa, llegamos, acomodamos el mandado en su lugar y guardamos las bolsas en el cajón de las bolsas. Ya deben sumar unas cuatro bolsas que añadimos a ese cajón este mes y, si no me salen mal las cuentas, debe haber unas treinta y dos más acumuladas ahí al día de hoy ¿Será ese cajón lleno de bolsas el camino adecuado hacia la sostenibilidad? El elegir usar bolsas reutilizables en lugar de plásticos de un solo uso, es un claro ejemplo de una costumbre que creemos eventualmente nos llevará a vivir en un mundo equilibrado y sin problemas medio ambientales. Sin embargo, las apariencias pueden resultar engañosas.
Las bolsas de plástico de un solo uso están, generalmente, fabricadas en polietileno de alta densidad y las bolsas reutilizables en su mayoría, aunque no lo parezca a simple vista, también están fabricadas con plástico, específicamente polipropileno. El polipropileno es un plástico robusto y de mayor durabilidad que el polietileno de baja densidad. Por lo tanto, las bolsas reusables son más robustas que las de plástico desechable. El fabricar bolsas más durables podría parecer entonces, en principio, una buena idea; sin embargo, el fabricar bolsas reusables implica un mayor gasto de energía y un alto uso de recursos para su producción.
Fabricar una bolsa de polietileno, por ejemplo, equivale a generar 0.4 kg de dióxido de carbono a la atmósfera terrestre, un gas de efecto invernadero responsable del calentamiento global. Por otro lado, fabricar una bolsa reutilizable de polietileno de alta densidad genera 22 kg del mismo gas. Esto quiere decir que, comparado con el uso de bolsas desechables, deberíamos reutilizar nuestra bolsa reusable por lo menos 55 veces antes de que ésta resulte ecológicamente amigable en términos de producción de dióxido de carbono. Si añadimos a nuestro análisis de producción factores como, uso y contaminación de agua, contaminación de suelo y cuestiones de impacto social que conlleva la fabricación de cualquiera de las dos alternativas presentadas, la cuestión de decidir qué bolsa usar se vuelve cada vez más complicada.
Hoy en día, la sostenibilidad se ha convertido en un término omnipresente. No pasa un día sin que escuchemos sobre la importancia de reducir nuestra huella ecológica, reciclar y tratar de consumir de manera responsable. Sin embargo, en ocasiones es difícil evitar sentir que la sostenibilidad se ha convertido en una fuente de culpa, a menudo nos preguntamos si estamos haciendo lo suficiente para revertir el cambio climático o reducir la contaminación ambiental. Esta preocupación constante nos lleva muchas veces a sentirnos tristes e impotentes.
La sostenibilidad, sin embargo, no debería ser una carga. Cada pequeño cambio que hagamos en nuestra vida diaria marca una diferencia y en lugar de cargar con la culpa de no ser un eco-gurú con diez mil seguidores en redes sociales, debemos aprender a celebrar nuestros logros, por modestos que sean. Reducir la cantidad de plástico que utilizamos, reutilizar una bolsa de plástico desechable, reciclar los envases de leche, apoyar a empresas sostenibles y educarnos sobre los problemas ambientales son pasos pequeños que sumados nos llevarán muy lejos.
La sostenibilidad no es un concepto nuevo, durante siglos, diversas culturas la han practicado como su modo de vida, viviendo en armonía con la naturaleza, comprendiendo la importancia de conservar los recursos naturales, impulsando el crecimiento económico y el desarrollo social de forma respetuosa. La sostenibilidad es, en realidad, una parte inherente de nuestra historia como seres humanos y no debe entenderse entonces como un ideal inalcanzable, sino un retorno a nuestras raíces. La sostenibilidad es un regalo que podemos darnos a nosotros mismos y a las generaciones futuras.