Cuando se habla de la necesidad de divulgar ciencia, se tiende a pensar, en la mayoría de las veces, en dos escenarios posibles: el de una serie de ininteligibles conjuntos de fórmulas, letras y símbolos varios, o el de un discurso aburrido, dictado por personas sin gracia y con voz monótona.
Aunque lo antes mencionado es también parte del amplio abanico en que la ciencia encuentra su lugar en el mundo (no voy a negarlo aquí), lo cierto es que ese se trata de un enfoque muy limitado y simplista. Tendemos a pensar que las cosas que no nos afectan no requieren de nuestra atención, lo que es un sesgo habitual en las personas. Sin embargo, existen áreas del conocimiento que definen muchas de las cosas que nos rodean, y cuyos resultados impactan de una forma tangible y absoluta nuestras vidas; una de ellas es, por mucho, la ciencia.
Lamentablemente, la idea de la ciencia se nos ha presentado de forma popular como un escenario imposible al común de los mortales, y muchas muestras tempranas de curiosidad científica son sepultadas bajo el pretexto de ser “demasiado complicadas” (y no hablemos por ahora de ciertos sesgos de género que truncan las elecciones de carreras científicas en tempranas infancias), sin darse cuenta que, con esto estamos anteponiendo un juicio propio a la realidad de las cosas, quitándonos la oportunidad de revalorar nuestras opiniones en un asunto que requiere una visión más objetiva.
“¿Cultura científica? Si yo no voy a estudiar ciencia”
He escuchado muchas veces esa lógica en conversaciones informales. No, gente: no se trata de ser un profesional de las áreas científicas para apreciar la ciencia, es que cultivarse en los aspectos básicos de ella no solamente nos dará un mejor entendimiento de la complejidad del mundo, también nos ayudará a tomar mejores decisiones, basadas en información contrastada.
Por ello es que la cultura científica es un arma tan necesaria como poderosa en estos tiempos inciertos donde la inmediatez, el consumo y la hiper exposición a información (muchas veces de dudosa procedencia) marcan la pauta diaria. Hay, ahora mismo, un dictamen pendiente sobre la importación de maíz transgénico desde Estados Unidos. El concepto de transgén es aún desconocido para muchas personas, por lo que es muy fácil desinformar al público haciéndole tomar partido y reaccionar de modo más visceral que crítico ante temas tan importantes como la soberanía biotecnológico-alimentaria, o la importancia de la investigación biotecnológica, por mencionar algunas.
Una sólida cultura científica, sin embargo, no puede conseguirse si no se garantizan los medios de divulgación de la ciencia. Porque hablemos honestamente: muy pocas personas profanas entran por su propio pie a territorios de la ciencia, y muchas veces la intención de aprender se desperdicia, pues al no saber por dónde comenzar, es fácil encontrarse con informaciones erróneas o decididamente falsas.
En los últimos años, en este país y en otros, han crecido los proyectos que dedican su tiempo a compartir conocimientos básicos y esenciales para contribuir a la cultura científica del público en general. Antes, hacer divulgación era considerado un mero pasatiempo o una actividad extra a la que apenas se le daba atención. Pareciera que existía la noción de que alguien dedicado a la ciencia no necesitaba un andamiaje que permitiera transmitir al público las novedades de esta. Nada más alejado de la verdad. Lo que menos necesitamos es que la labor científica se desarrolle desde inalcanzables torres de cristal y que el público ignore lo que pasa, por ejemplo, en los laboratorios o en las prácticas de campo. Necesitamos divulgación científica, y necesitamos, por supuesto, que las y los responsables tengan modos dignos de hacerla. Hoy en día siguen haciendo falta más fondos para apoyar proyectos de divulgación de la ciencia, aunque muchos de ellos subsisten gracias al interés honesto de sus actores para transmitir el conocimiento a las masas.
Una sólida cultura científica es necesaria para que el público se aleje de la información errónea, y pueda refutarla con argumentos sólidos y contrastados, pero, sobre todo, es esencial para acercar la ciencia a la gente, y ponerla en el lugar que le corresponde por derecho.