En 1970 Gene Younblood escribió Expanded Cinema, un clásico sobre la tecnología en el cine, y cómo estos cambios formales en sus prácticas y estética modificarían la manera de contar, de hacer, y entender el cine. En 2001, Lev Manovich realizó una taxonomía sumamente relevante para comprender qué eran eso que hoy llamamos “nuevos medios” en su libro The Language of New Media. En 2003 aparece ya Digital Cinema de Thom Taylor y Melinda Hsu, en donde profundizan en cómo la tecnología digital de punta comienza a desplazar con fortaleza prácticas y mediaciones entendidas por el cine analógico. Para 2004, Marie Laure Ryan se pregunta ya si los nuevos medios digitales modificarán la manera en la que contamos historias en el cine en su texto Narrative Across Media. En 2017 Nicholas Rombes ya titula un libro Cinema in the Digital Age, y para 2020 Joanna Zilynska publica AI ART: Machine Visions and Warped Dreams, título inquietante y, cuando menos, prospectivo.

Las maneras de hacer cine se han ido modificando conforme la tecnología que lo rodea. Si la llegada del sonido, o el color fueron importantes sismas en el mundo del cine, el arribo de los formatos digitales fue un giro de tuerca impensable para muchos. Actualmente, el incipiente uso de inteligencia artificial (IA) está por girar de nuevo la peonza y modifica no solo la estética y narrativa cinematográficas, sino también sus prácticas. Desde la preproducción hasta la postproducción, las herramientas impulsadas por IA están irrumpiendo en los flujos de trabajo tradicionales, desafiando a los cineastas a repensar su enfoque creativo y abriendo un sinfín de posibilidades para la narración de historias.

Desde este enfoque meramente de opinión, considero que existen áreas específicas en las que la IA irrumpirá con fuerza los procesos y prácticas de la realización cinematográfica. En primer lugar, la creación inicial en el cine, es decir, la generación de guiones y tramas se verán inmiscuidas en el proceso. Los algoritmos de IA pueden analizar grandes cantidades de datos para identificar patrones en guiones exitosos y generar nuevas ideas para historias, personajes y diálogos. Esto podría ayudar a los escritores y directores a encontrar inspiración y desarrollar tramas más creativas, cuando no a reemplazar tareas específicas de escritores y guionistas.

Aparecerá eventualmente una edición audiovisual altamente automatizada, ya que la inteligencia artificial puede ayudar en la edición de video, desde la identificación de las mejores tomas hasta la sincronización de la música y los efectos especiales. Esto acelerará los procesos de postproducción y, tal vez, implique una reducción de costos. Habrá también impresionantes mejoras en efectos visuales y CGI (Computer-Generated Imagery), debido a que se puede mejorar la eficiencia y la calidad de los efectos visuales, permitiendo la creación de mundos y criaturas digitales más realistas. Algunas herramientas de IA ya pueden generar efectos visuales de manera automática o semiautomática, lo que acelera el proceso de producción. Existe ya tecnología nutrida de IA de reconocimiento facial y emocional, veremos pronto mayor personalización de contenido gracias a la lectura algorítmica por inteligencia artificial y su detección de tendencias de audiencia, asistencia y visionado.

Por otro lado, se verán avances también en prácticas de producción y logística – planificación de horarios, presupuestación, gestión de equipos y locaciones, o asistencia en tiempo real. Iniciará una nueva etapa de distribución y comercialización realizada por herramientas potenciadas por IA, así como restauración y remasterización de archivos completos digitalizados. La traducción, el doblaje, el subtitulado, posiblemente pasen a ser tareas de LaMDA’s (Language Model for Dialogue Applications).

Hasta aquí la parte más catastrófista. Si bien la irrupción de la inteligencia artificial en el mundo del cine ha generado un debate sobre su potencial para reemplazar o no las prácticas y procesos tradicionales de la realización cinematográfica, no puedo hacer suficiente énfasis en que su aplicación -hasta el momento al menos- tiene limitaciones que la alejan de ser un sustituto completo de la experiencia y sensibilidad humanas. No perdamos de vista que cualquier inteligencia artificial, por avanzada que esté, carece de la capacidad creativa e innovadora de un artista. La IA siempre carecerá de la inteligencia emocional de un individuo, empatía, lectura minúscula de detalles solo perceptibles a un ser que comparte la existencia con otros. Sin duda la IA puede ser una herramienta valiosa para explorar ideas y generar material, pero no podemos dejar de verla como eso, una herramienta, y toda herramienta necesita una mediación para funcionar en el mundo, para hacer mundo, y esa, es provista por un humano.

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