Cada vez es mayor el desafío diario de abastecer a la población mundial con alimentos seguros y saludables. Los indicadores más recientes muestran que en el mundo se está incrementando la cantidad de personas en condición de pobreza que sufren de hambruna, lo cual nos deja ver que los objetivos de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición se encuentran cada vez más lejos de cumplirse. Estos fenómenos vinculados con las carencias de alimentación son consecuencia de diversas situaciones de salud pública (entre las que destaca la pandemia por COVID-19) y conflictos político-sociales alrededor del mundo.
Desde hace varios años, los científicos han estudiado alternativas para erradicar los problemas del hambre. En los últimos años, se han realizado distintas investigaciones en torno al consumo de insectos como una alternativa para la alimentación; los resultados muestran que estos animales son fuentes ricas de nutrientes, principalmente por su contenido de ácidos grasos y proteínas. Además del potencial nutricional, los insectos han mostrado ser una opción alimenticia con un menor impacto ambiental; para producir un kilogramo de proteína de insecto se requiere un menor gasto de agua y tierra (entre 10 y 15%, respectivamente) en comparación con la cantidad para producir un kilogramo de proteína de ganado tradicional. Asimismo, se estima que la emisión de gases de efecto invernadero puede llegar a ser entre 10 y 100 veces menor en comparación con la crianza de cerdo.
En diversas regiones de México el consumo de insectos (entomofagia) ha sido una práctica común desde tiempos prehispánicos. Además del conocimiento adquirido a lo largo de muchas generaciones sobre los múltiples modos de preparación y consumo de los insectos, nuestro país es rico en distintas especies de insectos; esto lo coloca a nivel mundial como un potencial productor y proveedor. Desgraciadamente en distintas regiones del mundo existe cierto escepticismo sobre el consumo de insectos; por ejemplo, diversas especies han sido asociadas a situaciones antihigiénicas, consideradas como propagadoras de enfermedades, rechazadas simplemente por su aspecto físico (entomofobia) y, en casos más extremos, han sido estigmatizadas como alimentos que se consumen en periodos de desgracia. Ante estos escenarios, los científicos han explorado diversas formas para hacer que los insectos sean aceptados por los consumidores; por ejemplo, se han desarrollado harinas, así como concentrados o aislados de proteína, provenientes de insectos para incorporarlos en distintos alimentos como: barras energéticas, botanas, productos de panificación, entre otros. Estos nuevos alimentos poseen un mayor valor nutricional, así como una mayor aceptación por parte de los consumidores, en comparación con el consumo directo de los insectos.
Diversos estudios científicos han demostrado que los insectos comestibles poseen las características necesarias para hacer frente a la seguridad alimentaria, reducir el impacto ambiental y generar beneficios económicos para nuestro país. Sin embargo, actualmente existen limitaciones para su producción a gran escala, entre las que destacan: la falta de normas regulatorias claras y adecuadas para su producción y comercialización en distintas regiones del mundo; la falta de conocimiento sobre las condiciones adecuadas para que se establezcan granjas que funcionen con infraestructura y tecnología que incluyan buenas prácticas de producción; la escases de información para la selección de especies que sean nutritivas, saludables y agradables al paladar, así como el poco o nulo conocimiento sobre el sustrato adecuado que sirva como alimento de los insectos comestibles y que no ponga en riesgo cultivos de consumo humano, por mencionar algunas.
A pesar de las limitaciones actuales, el escenario para la utilización de los insectos como fuente alimenticia es alentador porque alrededor del mundo existen instituciones y grupos que, actualmente, están invirtiendo recursos para desarrollar investigación y difundir información que permita modificar la percepción del consumidor y, así, generar desarrollos tecnológicos para aprovechar los beneficios nutricionales y nutracéuticos que brindan. Tanto los científicos como los tecnólogos en alimentos han puesto su mirada y su interés en los beneficios que ofrecen los insectos. En la siguiente contribución veremos que los insectos son una alternativa de alimentación con posibles beneficios antioxidantes, antimicrobianos, antihipertensivos, entre otros.