Las últimas semanas indudablemente quedarán en la historia como las más frenéticas, inesperadas y dramáticas en la historia moderna política de Estados Unidos. Un intento de asesinato a un candidato presidencial—que además es expresidente. Un presidente en turno que decide no buscar la candidatura de su partido—después de haberla ganado en las elecciones primarias. La selección de un candidato vicepresidencial Republicano controversial—en plena Convención Nacional Republicana. La elevación a la candidatura del Partido Demócrata a una mujer—hija de inmigrantes indios y jamaiquinos, afrodescendiente y asiática. Y todo esto, increíblemente, en el transcurso de unos pocos días en el mes de julio.

El ascenso de Kamala (pronunciado KÁ-mala, por cierto) Harris como indudable candidata del Partido Demócrata ha inyectado energía, esperanza—y quizá más importantemente, dinero—en un partido que estaba desesperanzado. Habiendo colaborado con la campaña de Barack Obama en 2008, puedo decir personalmente que con Harris se siente ese mismo entusiasmo y emoción que vivimos con Barack hace 16 años. Pero ¿cómo llegamos a este punto en donde Harris rápidamente consolidó el apoyo del partido, sin oposición? Y ¿qué quiere decir esto para la contienda electoral, que ya es en menos de 100 días?

Primero, Harris ha unificado a su partido y conseguido el apoyo de una mayoría arrasadora de los aproximadamente 3,900 delegados a la Convención Nacional Demócrata que la seleccionarán formalmente como la candidata. Todos sus posibles rivales—gobernadores como Gretchen Whitmer de Michigan, Josh Shapiro de Carolina del Norte, y Gavin Newsom de California—rápidamente le ofrecieron su apoyo como candidata. El resto del partido se alineó también. Y no, Michelle Obama no va a anunciar repentinamente una candidatura (Michelle detesta la política y no busca ser candidata a ningún cargo, ni ahora ni nunca). Si, Barack y Michelle ya le proporcionaron públicamente a Harris su apoyo. No, no viene ninguna sorpresa adicional en la Convención. Harris es—sin duda—la candidata de su partido a la presidencia de Estados Unidos de América.

Segundo, los donativos políticos volvieron a fluir hacía los Demócratas—y en grande. La campaña de Harris ha recaudado más de $200 millones de dólares en los días desde que se retiró el presidente de la contienda. Esto añadido a cientos de millones más recaudados por Super PACs aliados, el Comité Nacional Demócrata, otros grupos partidistas como el DCCC y el DSCC, y para otros candidatos individuales. Y, por cierto, ¿el dinero que ya estaba en las cuentas de campaña de Biden? Ese se lo queda todo Harris, ya que, al ser previamente la candidata vicepresidencial, tiene derecho a usarlo.

Tercero, los promedios de las encuestas que tenemos hasta el momento nos demuestran que las pérdidas que había tenido Biden ante Trump en los estados bisagra han desaparecido, y Harris y el expresidente están virtualmente empatados. Aunque Trump sigue siendo ligeramente el favorito, la contienda vuelve a estar cerrada. Además, Harris ahora cuenta con varios posibles caminos para conseguir los 270 votos electorales necesarios para ser la 47ª presidenta de Estados Unidos. A diferencia de Biden, que esencialmente tenía un solo camino (ganar los estados del Midwest: Pensilvania, Michigan y Wisconsin), Harris demuestra poder competir en los estados bisagra del viejo Sur (Georgia y Carolina del Norte) y del Suroeste (Arizona y Nevada).

Cuarto, Harris como candidata presidencial le abre la puerta al partido para elegir a una de sus excelentes estrellas en ascenso como candidato vicepresidencial. Se han mencionado una constelación amplia de nombres como posibilidades en los últimos días. Sin embargo, la selección parece enfocarse en tres hombres blancos: el Gob. Tim Walz de Minnesota, el Gob. Josh Shapiro de Pensilvania y el Sen. Mark Kelly de Arizona. Los tres tienen sus debilidades y fortalezas, pero son un grupo de contendientes indiscutiblemente fuertes para ser el segundo al mando en la dupla de abanderados de su partido.

Finalmente, podemos ver que los Demócratas están aprovechando lo más posible los ciclos mediáticos. Algunas figuras importantes en el partido—Jeffries, Schumer, los Obama—se esperaron algunos días para dar formalmente su apoyo a Harris. Esto quizá refleja cierto respeto a Biden, pero también indica un deseo de aprovechar al máximo el momento para que sigan la buena prensa para Harris. ¿Alguien se acuerda de que a Trump le dispararon? ¿Alguien está hablando de lo que dijeron los Republicanos en su Convención Nacional? Todos los medios están enfocados—¡positivamente!—en Harris y los Demócratas. Esto así continuará: ella nombrará a su candidato vicepresidencial, los delegados la declararán formalmente la candidata, y, al final de agosto, será la Convención Nacional Demócrata.

Tenemos, entonces, una verdadera contienda presidencial en Estados Unidos. Este arroz, como dicen, no está cocido. ¿Tenemos que estar preparados para un regreso de Donald Trump a la Casa Blanca? Ciertamente, sería irresponsable no hacerlo. Desde Europa hasta Taiwán—y espero que también en Palacio Nacional—se están preparando para esa posibilidad. Es más, al día de hoy, Trump sigue siendo el favorito. Sin embargo, ya no es un hecho de que la política de Estados Unidos se estará haciendo a tuitazos a las tres de la mañana a partir del 20 de enero de 2025. Hoy, Kamala Harris es una candidata no solo viable, sino fuerte. Quizá ese 20 de enero, en vez de estar temiéndole a los tuitazos, podamos por primera vez decir en Estados Unidos: “Madam President”.

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