El avance de la tecnología digital y el ritmo de vida han crecido de manera muy acelerada durante las últimas décadas. Muchos hemos sido inmersos en una vorágine de inmediatez e instantaneidad que nos ha llevado a alargar nuestras horas de día, o más bien, nuestras horas de vigilia. Al término de la jornada seguimos con trabajo urgente o queremos relajarnos mirando una serie o navegando en nuestras redes sociales.
Al final, nos encontramos postergando nuestro sueño hasta altas horas de la noche, luego de haber manejado diferentes tipos de pantallas (celulares, tablets, computadoras, etc.). Estos hábitos diarios son cada vez más comunes en la población, en jóvenes y adultos y se estima que después de la pandemia, esta tendencia incrementó debido al trabajo remoto, las nuevas rutinas y al cambio de prioridades en el uso del tiempo.
Las pantallas emiten luz azul que puede tener efectos negativos en nuestra salud, sobre todo cuando la exposición es prolongada y nocturna. La luz azul afecta nuestra capacidad de dormir porque suprime la producción de la melatonina, la hormona del sueño. La constante exposición a esta luz produce un corrimiento del sueño, haciendo que nos sintamos despiertos en momentos donde el cuerpo debería relajarse. A la larga, tal corrimiento desencadena insomnio, ansiedad, depresión, falta de concentración y estrés; incluso problemas de salud graves como diabetes, obesidad y cáncer.
El exponernos a la luz azul en horarios nocturnos es contrario a nuestra naturaleza, pero es tan común que nos hemos acostumbrado. La luz azul es emitida no sólo por los dispositivos electrónicos sino también por las luces led y fluorescentes que iluminan los espacios interiores. No obstante, el ser humano está adaptado a la luz natural, al ritmo día-noche marcado por el sol, y caracterizado por un constante cambio de intensidad y color a lo largo del día. La puesta de sol, por ejemplo, es una luz cálida, en tonos naranjas y rojizos – contrario a la luz azul a la que nos hemos habituado.
El exceso de luz artificial también está presente en el ámbito urbano, principalmente en las grandes ciudades del mundo. Conocido como contaminación lumínica, el exceso de iluminación impide que podamos mirar las estrellas, incluso con el cielo despejado. ¿Quién ha visto la vía láctea? Muy pocos podemos levantar la mano. Este problema es triste si pensamos en nuestros niños, y grave si pensamos en los observatorios astronómicos.
La contaminación lumínica también afecta otras especies. Para las aves es una amenaza porque altera sus patrones de luz y oscuridad, y sus procesos de migración. Millones de aves migratorias, como gansos, patos y aves marinas, mueren cada año porque sufren desorientación nocturna; originalmente, se guiaban por la luz de la luna y las estrellas, pero ahora el exceso de luz artificial provoca que choquen con edificios o torres iluminadas.
Los insectos y animales marinos también sufren desorientación y alteración de sus conductas migratorias y reproductivas. Cada vez vemos menos luciérnagas porque se reproducen menos y sobreviven menos al ser más visibles durante las noches por sus depredadores. Las crías de tortugas marinas eclosionan, pero se dirigen hacia la tierra en lugar de al mar. Los peces pequeños se concentran alrededor de la iluminación y se convierten en presa fácil.
Ranas, murciélagos, abejas, e incluso nuestras mascotas, han modificado su sincronización con la naturaleza. Hemos privado de oscuridad a estas especies y les hemos provisto de luz artificial, muchas veces blanca y fría, que tiene un mayor impacto. Las implicaciones de los cambios en el comportamiento de los animales son cada vez más notorias en nuestro ecosistema. Los procesos de polinización y la reproducción de la flora y fauna han resentido el exceso de la luz artificial.
Hemos iluminado nuestras ciudades con luz blanca excesiva por motivos no claros. Hoy tenemos la tecnología necesaria para disminuir drásticamente la contaminación lumínica. Es un trabajo conjunto entre autoridades, profesionales y expertos en el tema para realizar los cambios necesarios y dejar de afectar la vida de los seres vivos. Devolver la oscuridad al cielo es un objetivo primordial en diferentes ciudades del mundo. México no puede ser la excepción, pero se debe reconocer el problema y crear normativas de carácter obligatorio.
Debemos tener voluntad para realizar los cambios necesarios. Devolver la oscuridad a nuestros espacios interiores durante la noche debe ser un objetivo personal que luego traslademos al espacio público. Optar por luz cálida en nuestras viviendas durante los horarios nocturnos es esencial para la salud de nuestra familia. Utilizar horarios de apagado en torres y edificios, estadios deportivos y espectaculares, es otra estrategia por implementar a corto plazo.