Seguramente a todos nos sorprendió ver las imágenes del mítico lago de Pátzcuaro seco, que transformó a la conocida isla de Janitzio en un cerro más de la región o aquella ocasión en que la escasez del agua en Monterrey disparó la demanda de tinacos en toda la ciudad. Estas y muchas más noticias similares que han ocurrido en los últimos tres años han tenido un gran impacto económico y social. La falta de agua representa una de las mayores amenazas para nuestra sociedad y me atrevería a decir incluso más que la inseguridad. A pesar de ello, hacemos muy poco para solucionarlo, creemos que debemos esperar un mejor clima y tomar duchas más cortas.

Lamentablemente, la escasez de agua en lugar de disminuir, conforme avanzan los años tiende a aumentar. Las causas de las sequías están relacionadas con varios factores, sin embargo, la deforestación es una de las variables más importantes, pero ¿cómo están relacionados estos eventos exactamente?

Para comprender mejor, vale la pena recordar que el papel ecosistémico que cumple la vegetación en el entorno es la fijación de dióxido de carbono y captación de agua fluvial. Los árboles toman el dióxido de carbono de la atmosfera y lo transforman en materia vegetal. Este es el principal gas de efecto invernadero, por lo que la pérdida arbórea merma la capacidad del planeta de frenar el cambio climático.

Además, la cobertura vegetal tiene un papel muy importante en la retención del agua fluvial. Cuando llueve los pequeños espacios de aire en el suelo se llenan con agua y esta comienza a descender hasta alcanzar las reservas de agua subterráneas. Pero cuando llueve intensamente el suelo se satura y el agua fluye por la superficie escapando hacia otro sitio. Cuando tenemos árboles, el agua cae de una hoja a otra, retardando su llegada al suelo, lo que le da más tiempo para ser absorbida y desplazarse hacia capas inferiores. Adicionalmente, las raíces de los árboles captan esta agua y la llevan hasta sus hojas donde se evapora paulatinamente, manteniendo así la humedad del sitio.

Es así como los bosques recargan las reservas de agua, mantienen los ciclos de lluvia y estabilizan el suelo, además de disminuir el impacto del cambio climático. Por el contrario, una zona deforestada tiende a erosionarse e impedir la absorción correcta del agua, esterilizar tierras productivas e incluso provocar deslaves con el temporal.

Me gustaría concluir dejando claro que preservar los bosques debe ser una de nuestras principales prioridades, tanto en nuestras acciones individuales así como en nuestro impacto ambiental a nivel social, visto que de ello depende nuestra supervivencia.

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