La Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) fue fundada en 1945, y desde 1946, los Premios Ariel han sido el máximo galardón otorgado al talento cinematográfico en México. El nombre del premio tiene en su origen el libro homónimo de José Enrique Rodó escrito en 1900, en el cual el personaje principal, Ariel, tiene como ideales y guía la unidad y defensa de la cultura de aquella América Latina bolivariana y utópica de inicio del siglo XX. Hace unos días se realizó la edición número 66 de la entrega de los premios Ariel, y esta edición fue especial para los miembros de nuestra comunidad universitaria.
Es un tropo ya la idea sobre la imposibilidad de analizar una manifestación cultural separada de sus condiciones de producción. Para el cine, todo, esta idea es clara y evidente. La historia del cine ha estado imbricada con la historia de su tecnología y sus prácticas, una dupla imposible de separar en un análisis verdaderamente crítico. En un contexto global donde los premios más prestigiosos del cine suelen estar dominados por el norte global, el Ariel ofrece una plataforma única y crucial para el reconocimiento del cine latinoamericano. No se trata de un equivalente de los premios Oscar, ni pretende serlo, ya que su valor radica, precisamente, en su identidad propia: una celebración de la cultura, las historias y las perspectivas que provienen de una realidad distinta, única y particular.
Y justamente creo que eso es de lo más importante, que el Ariel premia “aquí, desde aquí, y ahora”. Digo sin reparo que el Ariel -en su propia medida y contexto- es un premio con la historia, el pasado y la tradición del Globo de Cristal de Karlovy Vary, el Oso de Oro de la Berlinale, o el León de Oro del Festival Internacional de Cine de Venecia. El Ariel es, entre muchas otras cosas y junto con otros premios alrededor del mundo, una muestra de resistencia cultural y un recordatorio de la importancia de que existan espacios propios donde el cine de otras latitudes, en este caso el mexicano, pueda brillar sin someterse únicamente a las dinámicas y criterios de la industria dominante.
De ahí el orgullo de saber que en la edición número 66 del Ariel ocurrida el pasado 7 de septiembre, se suman a esta enorme tradición egresados muy recientes de la UDLAP. Diego del Río egresado de la Licenciatura en Teatro ganó Mejor ópera prima por Todo el silencio, Laura Elizabeth Ruíz Díaz, egresada de la Licenciatura en Comunicación y Producción de Medios participó como productora asociada en Totem (Avilés, 2023) ganadora a mejor película. Y Daniela Gómez, egresada de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación compartió con Elisa Miller el Ariel a mejor guión adaptado por Temporada de huracanes (Miller, 2023).
Se suman entonces a la tradición e historia del cine mexicano junto a nombres como el de Emilio Fernández, María Félix, Gabriel Figueroa, Fernanda Valadez, Tatiana Huezo, o Guillermo del Toro. Como dice la conocida fábula, para que alguien se suba al caballo, alguien tuvo que domarlo, alguien más que cepillarlo, correrlo, alimentarlo, encillarlo. Pero hoy, Daniela, Laura y Diego figuran entre sus legítimos jinetes.