De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se prevé que 600 millones de personas en todo el mundo enfrenten el hambre en el 2030 y, actualmente, 800 millones de personas sufren de algún tipo de malnutrición. Y el escenario en México tampoco es alentador, el 12% de la población, particularmente en las zonas rurales, presenta desbalance de micronutrientes como vitaminas y minerales, y desnutrición proteica. La deficiencia de proteínas se da por la poca ingesta de alimentos ricos en este nutriente o por el poco acceso a alimentos que las provean, siendo la carne el alimento más común.
Según evidencias, nuestros antepasados empezaron a consumir carne hace 2.5 millones de años. Hoy en día, la carne de diversos animales sigue siendo la principal fuente de proteína para satisfacer la demanda de este vital nutriente, no solo porque es del gusto de los consumidores, sino también porque la proteína de origen animal contiene una gran diversidad de aminoácidos que nuestro cuerpo no puede producir, lo que permite cumplir con las necesidades nutrimentales diarias de los seres humanos. No obstante, la producción de proteína animal tiene un alto costo ambiental, debido a la emisión de gases de efecto invernadero y la deforestación. A su vez, el desgaste ambiental contribuye al cambio climático, ocasionando efectos adversos en el sector productivo agrícola. Además, la huella hídrica es mucho mayor en comparación con el consumo de agua requerido para la producción de alimentos a base de plantas. Y, por si fuera poco, el consumo en exceso de alimentos a base de carne animal trae consigo efectos nocivos para la salud causando, por ejemplo, obesidad y enfermedades cardiovasculares.
Pero, ante este escenario, ¿cuáles son alternativas para producir proteína de calidad que satisfaga las necesidades nutrimentales y que, además, sea sostenible y contribuya al bienestar humano? Una alternativa sostenible es el desarrollo de alimentos ricos en proteína a base de plantas, conocidas como proteínas alternativas. La producción de proteínas vegetales o a base de plantas requiere menor cantidad de agua, tierra y energía en comparación con la producción de proteína animal, siendo un proceso más amigable con el medio ambiente.
La idea de desarrollar productos alimenticios con proteína a base de plantas no es nueva. De hecho, alimentos como el “tofu” y el “tempeh”, hechos a base de soya, y que pretenden emular la carne animal, han sido producido desde tiempos milenarios. Además de la soya, otras fuentes comunes de proteínas a base de plantas son las legumbres (frijoles, garbanzos, lentejas, y chícharos), los cereales (quinoa, avena, arroz integral y amaranto), los frutos secos y semillas (almendras, nueces, semillas de chía y de calabaza), y por supuesto, vegetales tales como las espinacas y el brócoli, los cuales son ricos en proteína. El consumo de este tipo de alimentos, además de favorecer la ingesta de proteína, tiene beneficios a la salud ya que contienen alto contenido de fibra, vitaminas, minerales y un bajo contenido de grasas, favoreciendo la digestión y contribuyendo a un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Ante la diversificación en las preferencias del consumidor, los problemas de salud, y el cambio climático, el desarrollo y consumo de alimentos a base de proteínas vegetales es una tendencia global. Cada vez son más las compañías de diversos países, incluyendo a México, que apuestan por el desarrollo de alimentos a base proteínas vegetales, lo cual contribuye a una producción más sostenible y con menos impacto ambiental.
El mercado de proteínas a base de plantas seguirá creciendo y diversificándose. Las innovaciones tecnológicas, junto con la mejora de los cultivos y métodos de procesamiento, harán que las proteínas vegetales sean cada vez más accesibles, asequibles y similares a las proteínas animales. Además, es probable que veamos una mayor integración de fuentes de proteínas novedosas, como algas y proteínas de hongos, que complementen las proteínas de plantas tradicionales. Y es aquí, donde las universidades y las empresas, junto con el sector gubernamental, juegan un rol muy importante en el uso de la ciencia y la tecnología para la innovación y desarrollo de alimentos saludables con proteína a base de plantas que puedan satisfacer la demanda de los consumidores contribuyendo al bienestar y al mismo tiempo a combatir la desnutrición.