Frances H. Arnold, Premio Nobel de Química en 2018, es un ejemplo sobre cómo la determinación y la pasión pueden cambiar vidas y transformar el rumbo de la ciencia y la ingeniería. Visualicen esto: una mujer, que comenzó su vida laboral como taxista y mesera, reinventándose, hasta convertirse en pionera de la evolución dirigida, una técnica que imita la selección natural para crear enzimas capaces de realizar reacciones químicas antes inimaginables. Este avance, no solo ha transformado industrias químicas, como la farmacéutica y la de biocombustibles, también ha ampliado los límites de lo posible en el campo de la ingeniería química.
Arnold, hoy profesora de Ingeniería Química en el Instituto de Tecnología de California (Caltech), no solo ha transformado la ciencia, también ha inspirado a miles de jóvenes con su mensaje: “La vida es larga, puedes tener muchas vidas diferentes”. Sus palabras son un recordatorio poderoso de que nunca es tarde para encontrar y perseguir nuestras pasiones.
Arnold también lanza un llamado urgente, especialmente para las mujeres en América Latina: “Debes amar lo que haces, tener confianza, deseo, empuje y determinación, para trabajar en un ambiente competitivo. Las mujeres se destacarán en la medida en que alentemos a todas las que quieran hacer ciencia”. La importancia de este mensaje no puede subestimarse, en un mundo que enfrenta desafíos sin precedentes, destacando tres aspectos clave relacionados con la ingeniería química como el desarrollo de tecnologías sostenibles para la mitigación del cambio climático, la innovación en procesos para garantizar la seguridad alimentaria y el acceso a recursos hídricos. Garantizar la participación de las mujeres en ciencia e ingeniería química no es solo un tema de equidad sino también es una estrategia para el progreso y bienestar de la humanidad.
Arnold afirmó, al recibir el Premio Nobel: “La diversidad es el combustible del progreso”, sin embargo, las cifras nos recuerdan el trabajo pendiente, ya que desde 1911, solo ocho mujeres han ganado el Premio Nobel de Química, y a nivel mundial, solo el 35% de las mujeres eligen carreras STEM, acrónimo en inglés que hace referencia a Science, Technology, Engineering and Mathematics (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). De acuerdo con la UNICEF en 2023, en México el porcentaje es ligeramente mayor con un 38%, no obstante, aún queda mucho por hacer. En nuestro país, figuras como Graciela Soriano Morelos, la primera mujer graduada de Ingeniería Química Industrial en el Tecnológico de Monterrey en 1947, nos muestran que abrir camino nunca ha sido fácil, pero siempre ha valido la pena.
En una época en la que pocas mujeres tenían acceso a carreras de ingeniería, Soriano Morelos rompió paradigmas y sentó las bases para que hoy podamos hablar de una creciente, aunque insuficiente, presencia femenina en este campo. En Puebla, la ingeniería química no solo ha impulsado la economía, ha fortalecido y conectado con nuestra identidad cultural.
Ingenieras químicas trabajan en proyectos como la destilación sostenible del mezcal, desarrollo de esmaltes para talavera, conservación de alimentos tradicionales como el mole, lideran iniciativas de remediación ambiental en el río Atoyac, desarrollan materiales biodegradables y contribuyen a la innovación en industrias clave como la automotriz y la textil, demostrando el impacto transformador de esta disciplina en la región. Estas mujeres no solo resuelven problemas, también transforman comunidades y reconfiguran los límites de lo posible.
Construir un futuro más equitativo e innovador que promueva la participación femenina en la ciencia y la ingeniería química va más allá de la equidad, es una ventaja estratégica. La diversidad en equipos de trabajo aumenta significativamente el desempeño y la innovación en los proyectos, como revela un informe de McKinsey & Company del 2020, las mujeres aportan perspectivas únicas y sostenibles. Es crucial eliminar las barreras que limitan su acceso a STEM e inspirar a nuevas generaciones a través de modelos a seguir, como Frances Arnold, quien subraya que el futuro está en nuestras manos y nos invita a construir un mundo más inclusivo. En Puebla y México, redoblar esfuerzos en mentorías e iniciativas educativas es esencial para que la diversidad impulse un progreso sostenible.