La educación profesional es la forma en la que profesores, empresas y formadores dan pie a siguientes generaciones para mejorar la forma en la que vivimos. Un estudiante que hoy se forma profesionalmente en realidad estará aprendiendo sobre una realidad que sucederá en en más de 10 años, donde ese estudiante tendrá impacto real.

Ante un mundo cambiante, los retos que enfrentan las disciplinas de creación están cada vez menos enfocadas en conocimiento puro y duro, si no en problemas complejos y en cómo cada persona abordamos esa complejidad y mejoramos aunque sea una pequeña parte de un sistema.

Desde arquitectura, arte y diseño al menos, identificamos dos vertientes enormes hacia la transformación de las disciplinas y de las prácticas. El cambio tecnológico que impulsa un nuevo modelo de vida y que apunta al futuro de forma tan rápida y tan intrépida es la primera posibilidad para la que profesores, formadores y profesionales estamos lidiando, pues en una segunda posibilidad comienzan a aparecer todos los pendientes que tenemos con las siguientes generaciones, preocupaciones reales que tienen sobre el mundo, sobre cómo enfrentar una crisis climática, cómo florecer como humanos o cómo desde nuestras carreras damos pie a vocaciones de justicia social.

Lo anterior se puede ejemplificar con la ola que representa la inteligencia artificial y la contrariedad con la que reaccionamos a ella desde nuestros roles. Si bien en arquitectura enseñamos y abrazamos la inteligencia artificial en la aceleración de procesos de creación y conversación con clientes, colegas y estudiantes, no podemos dejar de lado una realidad donde en obra o en tramitología seguimos usando materiales de hace más de 100 años o estructuras de gobierno de hace 50.

Esa contradicción es la que es juega un rol primordial en las universidades. Formar para transformar pero para hacer valor en el mundo real inmediato. No podemos pensar en hablar de procesos avanzados de diseño si no hay una creación con visión de género. No debemos explorar realidades virtuales o metaversos sin antes saber trabajar con comunidades vulnerables. Son muchos los pendientes, son muchas las posibilidades de un nuevo mundo pero igual siguen siendo muchos los retos de nuestra sociedad actual.

Una propuesta es dar pie a las vocaciones. Vocaciones de estudiantes que llegan con perfiles cada vez más ricos y con perspectivas de un mundo distinto. Vocaciones de profesores que comienzan a pensar en posibilidades de respuestas diferentes. Vocaciones de las ciudades que acogen la transformación global desde una perspectiva local.

La propuesta entonces , no es que enseñamos, si no cuál es el medio sobre el que enfocamos las vocaciones de estudiantes, profesores e industria. Es en el espacio, en arquitectura al menos, que podemos plantear visiones sobre cuál es el rol de esa dimensión para poder impactar en la vida humana y planetaria. Dar pie a posibilidades de cómo el espacio puede mejorar vidas, nos llevará entonces a poder dar cauce a nuevas formas de disciplina a las que estuvimos trabajando hace diez años y así formar a futuras generaciones que entenderán la complejidad de las olas venideras de transformación digital en un complejo contexto que exige nuestra mejor educación cívica y profesional.

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