“Mientras existan leyes que provoquen infiernos dentro de la civilización; en tanto los hombres sean degradados, las mujeres destrozadas y los niños atemorizados; mientras persista la ignorancia, la pobreza y la miseria sin fin en esta tierra; historias como esta seguirán escuchándose”. — Víctor Hugo, prefacio de la obra “Los miserables”, Francia 1796.

Las violencias en México han estado presentes a lo largo de muchos años y han sido fruto de la impunidad e injusticia que prevalecen en el país. Cada hecho que se hace público tiene, cada vez más, un tono de mayor sadismo y maldad. Recordamos algunos hechos que han marcado el trauma social mexicano contemporáneo y que al verlos en conjunto y pareciera que cada uno supera al anterior en violencia y exterminio de unos con otros.

Entre ellos están: la matanza de Tlatelolco de 1968; el jueves de Corpus en 1971; la masacre de Acteal en 1997; la masacre de migrantes en San Fernando en 2010; la masacre de Allende en 2014; la masacre de Tlatlaya en 2014; la masacre de Iguala (Ayotzinapa) en 2014; la masacre de Reynosa en 2021; y una cantidad infinita de eventos donde cada vez se ve más crueldad y saña en la manera de ejercer las violencias, como el hecho más reciente: el hallazgo de los crematorios en Teuchitlán, Jalisco. Por la negativa oficial, pudiera parecer que no es así, pero todos sabemos de los cientos de fosas encontradas en las últimas décadas que dan prueba de que existen y que el método de exterminio ha sido el “modus operandi” de los cárteles de la macro criminalidad.

René Girard, filósofo y literario, desarrolló la teoría mimética que nos ayuda a entender las violencias en la actualidad. Las competencias, las rivalidades y eventualmente, el desencadenamiento de estas, surgen desde los deseos. Se desea lo que otros tienen o desean, los individuos o grupos entran en rivalidad y se llega hasta la violencia por conseguir aquello que está en disputa.

Para resolver momentáneamente estas violencias generadas por el deseo, se recurre a los chivos expiatorios, individuos o grupos que son culpados y sacrificados simbólica o físicamente para restaurar la paz y el orden en el grupo.

Girard nos ayuda a entender que las violencias están presentes en la historia de la humanidad. ¿Cómo podemos detenerlas? Cada hecho violento nos quita un poco de nuestra humanidad y los mexican@s ya vivimos en un país menos humano y con miedos que paralizan nuestras vidas.

En su libro San Fernando: última parada. Viaje al crimen autorizado en Tamaulipas, la periodista mexicana Marcela Turatti documenta las atrocidades cometidas sistemáticamente contra diversos ciudadanos, mexicanos y extranjeros, donde se narran situaciones similares de violencia extrema, como en Teuchitlán, como prueba de que exterminio y la desaparición forzada están presentes en la vida diaria de los mexicanos y migrantes extranjeros desde hace tiempo atrás.

Con la pandemia, creímos que como colectivo habíamos entendido la importancia de la fragilidad de la vida y que seríamos más empáticos unos con los otros y viviríamos un poco mejor, en armonía. Pero no ha sido así; parece ser que la espiral de violencia nos alcanza a todos por igual y no hay quien la pueda detener.

Lo que se presenta en una persona, en un grupo, también se puede presentar desde las estructuras. Las estructuras de las macro criminalidades, en su ambición de poder y de creer que ese poder es infinito, todo lo corrompen, empezando por las agencias y llegando a las grandes estructuras. Llegan hasta donde quieren y con el poder del soborno no hay casi nadie que no se cuadre. Lo que antes era casi una opción, en la actualidad fuerza a hombres, mujeres, niños y niñas, a participar en sus estructuras, y como si fuera selección natural, los más fuertes sobreviven y los más débiles son asesinados a sangre fría.

Byung-Chul Han, en su libro La expulsión de lo distinto, nos dice: “La expulsión de lo distinto pone en marcha un proceso destructivo totalmente diferente: la autodestrucción. En general impera la dialéctica de la violencia: un sistema que rechaza la negatividad de lo distinto desarrolla rasgos destructivos”.

Estamos llegando a niveles de autodestrucción casi inimaginables, autodestrucción social y colectiva, de masas y todo sigue yendo como si fuera sin control. Han nos sigue diciendo: “Pero a partir de un determinado momento, la producción ya no es productiva, sino destructiva; la información ya no es información, sino deformadora; la comunicación ya no es comunicativa, sino meramente acumulativa”. La violencia se encuentra en todas partes expulsando lo diferente, matando lo primigenio, defendiendo lo alcanzado por los balazos, con el sadismo, con el placer de matar incinerando, quemando, “pozoleando”, destruyendo todo posible rastro.

Hoy nos urge detenernos y mirar a las madres buscadoras en sus luchas, que nos enseñan que también son nuestras luchas, donde nos dicen que es posible algo de esperanza entre tanto terror y barbarie. La propuesta del Diálogo Nacional por la Paz es otro instrumento que nos ayudaría a aglutinarnos para construir redes de macro justicia y paz, y que sepan que hay intentos colectivos y efectivos para salir de esta espiral de violencia y llegar a acciones que pacifiquen zonas en nuestro país de una manera realista y con esperanza para el presente y futuro.

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