Si partimos de la premisa de que la educación es la herramienta más importante con la que cuenta una sociedad para formar seres humanos con valores, respetuosos de la diversidad social y cultural, ciudadanos participativos, capaces de trabajar colaborativamente y así transformar el mundo en uno más justo y equitativo. Tendríamos que priorizar que la educación formal ponga las condiciones necesarias, no para formar a los futuros ciudadanos que transformarán el mundo, sino promover que el estudiantado ejerza desde ya esta agencia junto con su familia, la comunidad y la escuela. Me parece que esta es la búsqueda de la Nueva Escuela Mexicana, política de Estado en materia educativa que desde el 2019 define cambios estructurales en materia educativa, para distintos niveles en un trayecto de 23 años de estudios.
Por otro lado, propuestas como la del jesuita Jorge Atilano acerca de la reconstrucción del tejido social a través de iniciativas como el Diálogo Nacional por la paz, proponen la urgente necesidad de aprender a convivir para superar el individualismo, reeducar el significado de la libertad, aprender a construir vínculos diversos, formar la conciencia de las personas, fomentar el diálogo para recuperar la armonía mediante la palabra y fortalecer el vínculo con referente ético, sentido de pertenencia, memoria sana y formar comunidad (Cfr. Atilano, 2024). Todo ello mediante el trabajo en tres componentes: la construcción de narrativas que generan cohesión en la comunidad, la generación de vínculos (simbólicos) en la comunidad y el fomento de prácticas deliberativas basadas en el uso de la palabra para el establecimiento de acuerdos. Esta propuesta aplicada en el ámbito escolar permite recolocar a la escuela como un espacio importante para la socialización, como un espacio para aprender a convivir y construir ciudadanía participativa, como un espacio de encuentro para la participación de la familia y la comunidad, como un lugar de encuentros significativos.
Me parece que nos encontramos ante una gran oportunidad para hacer de la escuela un espacio de reconstrucción del tejido social por la incidencia de la política educativa para promover la construcción del conocimiento, aplicar el conocimiento a situaciones reales y contextualizadas, situar el conocimiento en nuestro contexto mexicano, latinoamericano y global, deconstruir miradas eurocéntricas acerca de las políticas del conocimiento, poner el conocimiento al servicio de la comunidad y viceversa, por ejemplo, desde el plan educativo para la educación media superior se enfatiza en la construcción del conocimiento mirando al Lenguaje y comunicación, Pensamiento Matemático, Conciencia Histórica y Cultura Digital como recursos sociocognitivos para desarrollar habilidades y destrezas que permitan al estudiantado generar sus propias experiencias e indagar en nuevos conocimientos. Las ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades conforman las áreas de conocimiento que consisten en los aprendizajes basados en aprendizajes, instrumentos y métodos de acceso al conocimiento para una formación integral en ciudadanía. El quid de la Nueva Escuela Mexicana, en lo referente a la reconstrucción del tejido social lo encuentro en el currículo ampliado que se enfoca en los recursos socioemocionales.
La responsabilidad social, el cuidado físico-corporal y el bienestar emocional-afectivo son los tres componentes de los recursos socioemocionales. Estos recursos son transversales a toda la currícula, en cada clase se requiere que los contenidos se aborden desde estos aspectos socioemocionales a fin de “trabajar con mayor autonomía en el aula, la escuela y la comunidad, experimentar los efectos positivos de la participación, la cooperación, la comunicación, la solidaridad, la inclusión y la diversidad, así como el reconocimiento de la perspectiva de género y los aportes de la cultura de paz, de valorar el esfuerzo, de las conductas legales y del trabajo justo y honrado, al poner en práctica acciones ciudadanas y proyectos escolares y comunitarios.” (DGB; 2019). Estos elementos que permiten contar con las herramientas necesarias para trabajar en la reconstrucción del tejido social.
En suma, la Nueva Escuela Mexicana plantea una nueva forma de construir el conocimiento para atender nuestra realidad inmediata desde el aprendizaje significativo, situado y aprendizaje-servicio, dando una especial importancia a los recursos socioemocionales lo cual es altamente compatible con los procesos de reconstrucción del tejido social que proponen construir narrativas comunitarias, construir vínculos simbólicos para la cohesión comunitaria y la generación de acuerdos basados en prácticas deliberativas.