El aprendizaje y la manera en la que adquirimos conocimientos, conforme vamos avanzando en los niveles educativos, se va enfatizando en el pensamiento y la reflexión. En los niveles escolares iniciales, utilizar diferentes caminos para explorar los saberes es algo común y necesario. En estas etapas de desarrollo, se utilizan diversas rutas de aprendizaje que integran tanto el proceso cognitivo como a los sentidos en una construcción conjunta. No obstante, en medida en la que se continúa en el recorrido educativo, las estrategias sensoriales van siendo menores y comienzan a tomar mayor relevancia aquellas que fortalecen el pensamiento. Sin duda, el análisis, deducción y lógica que son desatados a partir de lecturas y actividades teóricas, son fundamentales para generar conocimiento e instaurar discusiones pertinentes.

Es importante reconocer a la razón y su gran valor en el ámbito de creación y descubrimiento de teorías, por lo que, admitir la relevancia de los sentidos en los procesos de construcción y adquisición del conocimiento, es un equilibrio necesario. Los sentidos tienen una función primordial durante toda nuestra vida, el impacto que generan en nuestra forma de estar y ser en la realidad es determinada por y con ellos. Durante el día a día constantemente están presenten para ayudarnos a obtener información sobre dónde estamos y que puede pasar en ese lugar, están de cierta manera, en permanente alerta para cuidarnos. Entonces ¿Por qué es poco común utilizarlos para provocar reflexiones o atender a problemáticas complejas? El acercamiento a esta interrogante ha sido atendido recientemente por las neurociencias, las cuales han demostrado y posicionado a los sentidos y emociones como proveedores de conocimiento, para crear así complementos cognitivos y sensibles que atienen a nuestra realidad.

Lisa Feldman, rescata el aprendizaje sensorial como una historia de vida que da base a la comprensión cognitiva, siendo esta razón por la cual aparentemente nos alejamos del descubrimiento de los sentidos, más bien, nos hemos acostumbrado y, por lo tanto, pasan desapercibidos. Sin embargo, el permitirnos disfrutar de nuestros sentidos como primeros lectores de la realidad, abre canales de imaginación que estimulan la creatividad y nos motivan a diseñar cosas diferentes. Darnos la oportunidad de reencontrarnos con los sentidos, es una manera para conectar con nuestro entorno, dialogar y platicar con él desde los olores, texturas, sonidos, temperaturas por mencionar algunos aspectos, dando así frases sin palabras, pero si con grandes intenciones.

Dejarnos sentir permite reconocer otras maneras de interactuar con todo lo que está en el contexto, ser empáticos ante la sensibilidad del otro ser vivo y así, podernos cuestionar ¿De qué manera me está hablando mi realidad? El tiempo actual demanda de nosotros maneras diferentes de interacción, requiere un esfuerzo integral para poder encontrar de manera conjunta algún punto de esperanza. Comunicarnos desde los sentidos, es una opción para crear lazos de maneras distintas, utilizándolos para idear otras soluciones a las problemáticas que enfrentamos.

Los sentidos nos permiten imaginar cosas que aún no existen en nuestra realidad, cuando las creamos en nuestra mente adquieren un significado que atiende a una necesidad que percibimos. De esta manera, al soñar inventamos nuevas opciones y soluciones. Reflexionemos sobre la importante relación que tienen nuestros sentidos con la realidad, y como desde esta conexión podemos motivarnos a llevar las sensaciones a acciones que la transformen para el bien común. A manera de breve resumen, tal como lo dice Octavio Paz: “La imaginación en libertad transforma al mundo y hecha a volar las cosas”.

Referencia:

Feldman, L. (2019). La vida secreta del cerebro. Paidós.

La autora es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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