No sé qué predomina. Si el descaro o la soberbia. El descaro de violar la ley electoral. El descaro de violar la libertad de expresión. El descaro de violar la democracia. O la soberbia de sentir que ya ganó, que él confecciona las reglas, las vuelve órdenes y termina seleccionando a quien lo suceda en el poder.
Antier, el Consejo Nacional de Morena, por instrucción del presidente López Obrador, votó a favor de violar la ley electoral. Ya tienen precandidatos y la ley dice que eso puede ser hasta la tercera semana de noviembre. Van a hacer pre-campaña desde junio cuando la ley marca que tiene que ser a partir de noviembre. Y van a tener candidata(o) la primera semana de septiembre, cuando la ley electoral marca que debe ser hasta febrero del 2024. Para poder violar la ley, se ponen un disfraz: a los precandidatos le llaman corcholatas o aspirantes; a los actos de campaña les llaman asambleas informativas; y a la candidata(o) le llaman “Coordinador(a) de Defensa de la Transformación”.
Como si toda esta pantomima no fuera suficiente, el toque final: el franco acecho a la libertad de expresión. Uno de los puntos que resalta el acuerdo de Morena es que los participantes “evitarán los medios reaccionarios, conservadores, adversarios de la Cuarta Transformación y partidarios del viejo régimen”. El presidente quiere heredar a sus corcholatas su propia cobardía para no dar entrevistas a periodistas que le puedan hacer preguntas incómodas. Veto abierto. La censura es el único resorte que queda a los autócratas que no pueden desmentir las denuncias en su contra.
¿Qué sigue? ¿Hacer también una lista de periodistas amigos y extender certificados de buena conducta? ¿Prohibir la existencia de medios de comunicación que resulten incómodos al poder, como lo acaba de hacer Cuba? ¿Condenar a la cárcel o el exilio a los medios no autorizados? La lista negra anunciada por Morena es un peldaño antes. Frente a un gobierno como el de AMLO, estar en la lista negra es un honor.
Instalado en la soberbia del que se siente histórico -aunque sus resultados sean una triste historia-, López Obrador está tratando de crear en sus corcholatas modelos a escala de sí mismo: mini-AMLOs que por obligación firmada ante el Partido tengan que comprometerse a seguir la ruta del (mal) gobierno de él, a hacer campaña como él, a violar la ley como él, a rehuir a los debates y las entrevistas como él, y a heredar sus filias y sus fobias. Se trata de despojarlos de toda personalidad propia. De hacerlos copias malas. Y así, a través de estas pequeñas reproducciones de sí mismo, gobernar seis años más. Menudo ego.