Arturo Herrera se enteró de la peor manera de que ya no sería gobernador del Banco de México: tenía lista una muy productiva agenda de reuniones con inversionistas y fondos en Nueva York y cuando tocó base con el presidente López Obrador para que supiera de su “road show” —como se llama en el argot financiero a este tipo de giras—, le informaron que ya no sería postulado a ese cargo. Así me lo revelan fuentes con acceso.
Herrera tuvo que cancelar una a una las citas que tenía planeadas en Nueva York, en las que buscaba no sólo presentarse desde su nueva posición —que asumiría unas semanas después— sino mandar señales de certidumbre a los mercados financieros internacionales, que están preocupados con los impulsos del presidente López Obrador para quitarle la autonomía al Banco de México y apropiarse de las reservas internacionales para gastarlas como si fueran presupuesto de su administración. El mensaje que había preparado Herrera era que el Banco es autónomo, que su Junta de Gobierno está conformada por varios integrantes y que él mismo tendría independencia de la palabra presidencial, y no juguetearía con ello.
Ese mensaje nunca llegó. Las reuniones no se hicieron. Y hoy los mercados financieros están castigando de más a México porque a los temores por la variante ómicron del coronavirus se suman las cada vez peores señales económicas que emanan del obradorato: cancelación unilateral de contratos por la contrarreforma energética, el decretazo sobre obras de infraestructura, Pemex que sigue sin lograr enderezar, etcétera.
La tarea de disipar la incertidumbre sobre México no sólo está en manos de la nueva nominada para encabezar el banco central, Victoria Rodríguez Ceja, sino sobre todo en el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, de quien se esperaba tuviera mucho más margen de maniobra en la política económica del que ha demostrado hasta ahora. Algunas fuentes bien informadas atribuyen a Ramírez de la O haberse “grillado” a Arturo Herrera para descarrilarlo de su aspiración a encabezar el Banco de México.
Por cierto, no puede dejarse de lado el desordenado manejo del presidente López Obrador sobre este toral asunto. Por meses, el presidente no informó ni transparentó su cambio de decisión con respecto a quién ocupará el mando del Banco de México. Tiene todo el derecho de modificar su opinión —es absolutamente legal y legítimo— pero lo que lo exhibe en su opacidad y desaseo es que tomó la decisión desde mediados de agosto —en esa fecha procesó que se retirara del Senado el nombramiento de Herrera— y optó por no decirlo a nadie sino hasta tres meses después: hasta inicios de noviembre se enteró de rebote Herrera y, porque lo dimos a conocer, hasta finales de noviembre tuvo que aceptarlo públicamente y nombrar a la nueva gobernadora.
historiasreportero@gmail.com