Negar determinadas realidades es uno de los grandes problemas de nuestro siglo. Hacerlo, utilizando el inmenso poder de los medios de comunicación conlleva una serie de problemas críticos y éticos. El negacionismo crece sin cesar. Sus poderosos tentáculos provienen de la desinformación, epidemia vigente e in crescendo, cuyos acólitos siguen (casi) al pie de la letra lo que espetan sus representantes, la mayoría de las veces líderes tipo Ortega, López Obrador, Bolsonaro o Trump o ministros religiosos. Utilizar la fe de sus partidarios es el arma principal de los detractores de la realidad y de la ciencia. Grandes manipuladores son los dirigentes: hacerse de la fe de sus seguidores augura triunfos. Transformar sus creencias, (casi) siempre desprovistas de lecturas o información los transforma en fanáticos.
Avanzado el siglo XXI somos testigos de la inmensa capacidad de contagio del fanatismo y de las ocasionales dificultades de la ciencia para imponer sus cosechas. Pregunto, ¿fanatismo versus ciencia? Ejemplo vivo es la pandemia actual. El número de personas en el mundo, tanto en naciones ricas como pobres, que descreen en las vacunas es inmenso. No conozco ninguna investigación abocada a estudiar el porcentaje, el nivel educativo, el sexo y el estatus económico de quienes han decidido no vacunarse. Los fanáticos musulmanes aducen que las vacunas producen esterilidad, los negacionistas católicos aseguran que provienen de embriones y los fanáticos judíos no la usan por su aculturidad —no existe la palabra.
En naciones pobres la desconfianza se basa en la opresión ancestral e ilimitada del pueblo y en los países ricos, segmentos, carentes de educación, basan sus posturas versus vacunación a la desinformación de los medios de comunicación. Cito “el caso” de Robert F. Kennedy, sobrino de John F. Kennedy, activista antivacunas quien ha liderado diversos grupos donde difunde sus ideas contra las vacunas. Dos notas. Su organización antivacunas Children´s Health Defense ha lucrado y recaudado “grandes cantidades” de dinero gracias a su apellido. Sus ingresos se han multiplicado; a partir de 2020 la organización ha obtenido 6.8 millones de dólares, el doble de los ingresos anteriores. Segunda nota. Su plataforma ha crecido; mientras que en noviembre de 2020 la web atraía a 119,000 personas, en agosto de 2021 cerró con 4.7 millones. Amén de lucrar con la desinformación, la política de Kennedy puede incrementar el número de contagios y decesos. El sobrino del expresidente ha tenido éxito: a diferencia de diversas empresas sin fines de lucro que cerraron durante la pandemia, su imperio se expandió. A partir de los datos previos entronco el siguiente intríngulis: ¿por qué triunfa la desinformación sobre la información?
Naomi Oreskes, estadounidense, historiadora de la ciencia, y Erik M Conway, publicaron en 2010 el libro Merchants of Doubt. How a Handful of Scientists Obscured the Truth on Issues from Tobacco Smoking to Global Warming (no traducido al español) donde aseveran “la negación del cambio climático nada tiene nada que ver con fallas en la ciencia y tiene mucho que ver con el fundamentalismo del mercado, con los compromisos políticos sobre las políticas del mercado y la hostilidad de acciones gubernamentales hacia determinados mercados”. Al ahondar sobre el cambio climático y sus consecuencias, los autores no logran comprender cómo, pese a los cambios negativos sobre la Tierra, los negacionistas acumulan triunfos.
Los éxitos populistas son evidentes. Vacunas y cambio climático son dos ejemplos. Del primero depende el rumbo de la pandemia actual. El segundo augura una crisis inminente sobre el planeta cuyas consecuencias finales podrán ser desastrosas para las futuras generaciones.
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