Anda optimista el presidente López Obrador, al menos en lo que se refiere a las vacunas. En la mañanera de ayer, afirmó que “queremos terminar la vacunación para el mes de octubre, mucho antes de que empiece el invierno, ese es el plan general… vamos a procurar para octubre que se tenga todo, pero mínimo una dosis para octubre.”
Eso sería una gran noticia si proviniese de otra fuente. En voz del presidente, la experiencia invita a la duda, por decirlo de algún modo.
El 8 de febrero, señaló que “seguimos sosteniendo ese plan, que podamos vacunar a todos los adultos mayores de 60 años a finales de marzo aun con una primera dosis y terminar de vacunarlos con la segunda dosis en abril”.
Menos de una semana después, ajustó un poco la promesa: “queremos que a más tardar a mediados de abril ya estén vacunados, aun con primera dosis, los 15 millones 717 mil 170 adultos mayores de 60 años.”
La meta cambió nuevamente el 11 de marzo. En esa fecha, el presidente dijo que “se mantiene el compromiso de que para finales de abril vamos a tener vacunados, aun con una dosis, a todos los adultos mayores de 60 años. Vamos a cumplir.”
Pues no del todo. Al 17 de mayo, según cifras oficiales, habían recibido al menos una dosis 10.7 millones de adultos mayores, cinco millones menos que lo prometido por el señor presidente el 14 de febrero y 3.7 millones menos que lo establecido en la Política Nacional de Vacunación contra el Virus SARS-COV2 (porque también existe eso).
Ese pequeño tropezón no parece haber moderado el entusiasmo presidencial. El 30 de abril, López Obrador dijo que “a finales de junio, principios de julio, vamos a tener ya vacunados a 50 millones de mexicanos, ese es un dato… así como dije que íbamos a terminar en abril de vacunar aun con una dosis a los adultos mayores y lo cumplimos (sic)”.
Ese dato no parece haber sido compartido por la Secretaría de Salud. Cuatro días después, el subsecretario Hugo López-Gatell señaló que “consideramos de una manera prudente que posiblemente rumbo a mitad de julio estaremos llegando a completar 24 millones de personas vacunadas”. No le hace: algunas vespertinas después, el señor subsecretario se molestó por el descaro de algunos medios ojetes que se atrevieron a pedir consistencia en las estimaciones.
El resbalón gatelliano, sin embargo, llevó a un ligero ajuste de las estimaciones presidenciales. Ayer, el anuncio de la mañanera fue que “para julio, vamos a comenzar de 40 a 49 [años]”. Eso significa que en los próximos 42 días se le habrá puesto al menos una primera dosis a los de 50 a 59 años, más el personal educativo, más las mujeres embarazadas. Es decir, más o menos, se llegaría a 27 millones de personas con piquete en el brazo (así sea de primera dosis) para el 30 de junio.
Lo interesante es que, a partir de esa fecha, el presidente vislumbra una aceleración con doble turbo. La meta de vacunación universal (para mayores de 18 años) requeriría 66 millones de primeras dosis en las 17 semanas siguientes. Es decir, 3.8 millones de primeras dosis por semana, sin contar las exquisiteces pequeñoburguesas de las segundas dosis, las cuales equivalen, calcúlenle, a otro tanto. Entonces, más o menos, se necesitaría poner un millón de dosis diarias, sin descanso, durante cuatro meses. Más del doble que lo alcanzado en la mejor semana de la campaña de vacunación.
De seguro, esos números no lograrán achicopalar a nuestro entusiasta mandatario. Cuando se acerque la fecha, dirá que llegar a la mitad de lo prometido es cumplir y que, cuando dijo que todos estaríamos vacunados antes del invierno, se refería al austral.
Cosa más fácil.