Arturo Herrera, secretario de Hacienda y Crédito Público, puede ser acusado de muchas cosas, pero nunca de pesimismo. Desde que empezaron a negociarse las vacunas para el covid, nos ha anunciado una y otra vez que el fin de la pandemia está próximo y el regreso a la normalidad es inminente.
Su optimismo sería tal vez más contagioso, si la fecha de arribo a ese futuro radiante no cambiase cada vez que él o alguien de su equipo abordan el tema.
El 25 de febrero, en una reunión con la Conferencia Nacional de Gobernadores, dijo que “para abril se habrán vacunado alrededor de 34 millones de personas (más de la totalidad de adultos mayores), y para julio llegaríamos a más de 80 millones, que representa la totalidad de la población objetivo”. Nótese que habla de vacunados, no de dosis.
El 5 de marzo, el subsecretario Gabriel Yorio le bajó un par de rayas al tigre y afirmó que “tenemos un calendario de entregas de vacunas que nos va a permitir, creemos, tener en agosto cerca de 60 u 80 millones de mexicanos ya vacunados”.
Exactamente una semana después, en la Convención Nacional Bancaria, Herrera se despertó con las pilas cargadas y el ánimo a tope, y afirmó sin empacho que “estamos estimando que para mayo se habrán aplicado 80 millones de dosis en nuestro país.” No hay que perder de vista el sutil cambio en la métrica, de personas a dosis.
Ya para cerrar marzo y con entusiasmo pascual, el titular de la SHCP dijo en una comparecencia con diputados que “según los estimados que tenemos nosotros, para mediados de junio o julio vamos a haber aplicado 80 y tantas, 90 y tantos millones de vacunas.”
Entonces todo está clarísimo: según la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en algún punto de mayo, junio, julio o agosto, se habrán aplicado 60, 80 o 90 y tantos millones de vacunas a 60 u 80 millones de personas, aunque ese último número está aún por confirmarse.
Lo peor de todo es que ninguno de esos pronósticos tiene la menor conexión con la realidad. Hasta el sábado, se habían aplicado 8.9 millones de vacunas a 7.9 millones de personas, de las cuales un millón ya habían recibido el esquema completo de dos dosis. Y este total se alcanzó al día 100 de la campaña de vacunación. A ese ritmo, llegaríamos a los 80 millones de dosis pronosticados por el secretario Herrera en junio, pero del año 2023.
Ese cálculo es un poco injusto, porque el ritmo de vacunación se ha venido acelerando en fechas recientes. En la semana que acaba de concluir, las autoridades sanitarias pusieron 2.3 millones de dosis, una cifra récord hasta ahora. Pero aún a esa velocidad, no se alcanzarían los 80 de millones de dosis (nótese: dosis, no personas vacunadas) antes de noviembre de este año. Incluso, duplicando ese ritmo —y eso francamente luce improbable por ahora— no se llegaría a la meta antes de finales de agosto. Y eso significa que, con la estrategia actual y en el mejor de los escenarios, la mayor parte de la población no va a estar plenamente protegida por la vacuna en el último trimestre del año.
Dado eso, estos desplantes del club de los optimistas de la SHCP y del resto del gobierno federal se vuelven francamente peligrosos. Están generando expectativas falsas, contribuyendo a que la población baje la guardia. Y eso con nuevas variantes del virus acechando y con el país a las puertas de una tercera oleada de la pandemia.
Paren ya. Déjense de juegos y digan la verdad, aunque sea para experimentar por una vez lo que se siente.
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