RABAT.- La muerte de Rayan Awram, el niño de cinco años que el martes pasado cayó en un pozo seco de 32 metros en la localidad marroquí de Ighran, cruza muchas otras historias. Entre ellas, la de un hombre llamado Ali El Jajaoui, quien fue el más aplaudido durante las operaciones de rescate en Tamrout, el pueblo de las montañas del Rif donde ocurrió esta tragedia.
Apareció con una camiseta azul y una gorra negra en la cabeza para preguntar si podía ayudar. Especialista en perforación, este voluntario procede de Erfoud, en el sur de Marruecos, y por eso lo llaman Ali Sahraoui; es decir, “Ali del desierto”. Su trabajo es cavar pozos. Y en Erfoud, a las puertas del Sahara, donde el agua es garantía de supervivencia, el de Ali es un oficio casi mágico.
Cuando el hombre se enteró de lo ocurrido con Rayan, se puso a disposición. Partió de Erfoud, recorriendo casi todo Marruecos, de sur a norte, para compartir los secretos de los pozos con los técnicos que ya estaban trabajando en el lugar.
Suya fue la idea del túnel de conexión entre el cráter y el punto donde había caído Rayan. Y cuando se fueron las excavadoras, llegó el momento de Ali de cavar a mano -junto a otros tres jóvenes- hasta el final. Un trabajo de horas: Ali entró en el cráter el viernes, más o menos a las 18 (hora local), para salir el sábado, una vez finalizada la operación.