A las tres de la tarde, el Hunan Reforma está lleno. Una llamativa charola en forma de pato que lleva el platillo emblemático de este restaurante —al que Emilio Lozoya Austin acudió el sábado a convivir con un grupo de amigos— cruza el salón hasta la mesa donde ya lo esperan impacientes.
Comer en el mismo lugar donde hace unos días el exdirector de Petróleos Mexicanos (Pemex) fue sorprendido en una cena por una periodista se hace rodeado de un ambiente de lujo, donde priva la joyería de diseñador, los buenos vinos, los martinis y... desde el domingo, la curiosidad de sus visitantes.
El 9 de octubre pocos de los clientes sabían que uno de los comensales portaba un brazalete electrónico con el que es monitoreado por las autoridades federales, que era un hombre acusado de lavado de dinero, cohecho y asociación delictuosa, pero que por decisión de la FGR puede estar en la Ciudad de México y su zona conurbada sin problemas.
El restaurante especializado en comida china tiene un ambiente tranquilo, con música a un volumen adecuado para mantener una amena conversación.
A la hora de la comida, el lugar comienza a recibir visitantes, principalmente comensales en elegantes trajes que se reúnen para hablar de negocios, o matrimonios que se encuentran con amigos y apenas un par de niños que se aburren en un instante.
La sala de espera está decorada a modo de biblioteca de una mansión sacada de una película.
Uno de los lugares más solicitados por los clientes es la recién inaugurada terraza en la que Lozoya Austin degustó el famoso Peking duck (pato a la Pekín), servido en una elegante charola cuya tapa tiene la forma de un pato y cuyo costo es de 950 pesos y alcanza para cuatro comensales o hasta más. Además de ser la especialidad de la casa es de los más caros junto con el pato cantonés, que también cuesta 950 pesos.
Aunque constantemente los clientes cuestionan sobre la visita de Lozoya Austin el sábado pasado, lo que incluso provocó una fuerte crítica del presidente Andrés Manuel López Obrador, el personal es amable, diligente y procura mantenerse al margen de cualquier comentario.
La terraza donde cenó Lozoya Austin es un espacio acogedor, con mucha luz natural, rodeado de plantas para dar mayor privacidad y los sillones colocados en las mesas invitan a relajarse más que en el resto del lugar. En las mesas con hombres de negocios circulan los mejores tequilas o el sommelier del lugar se prepara para explicar a los comensales las características del vino de la casa.
En el establecimiento, el personal recibe a diario comentarios de los curiosos que buscan más detalles sobre la visita de Lozoya.
El establecimiento luce colmado de comensales el fin de semana.
Aunque el lugar no exige un código de vestimenta, la colonia en la que está ubicado, rodeado de embajadas y mansiones como la famosa Casa Blanca de Enrique Peña Nieto, combina con las blusas Burberry, los zapatos Salvatore Ferragamo o las plumas Montblanc que asoman de los atuendos de los visitantes.
Los lunes y martes son días en los que recibe menos gente. Del miércoles en adelante, el restaurante de dos pisos se colma, iniciando por la terraza donde cenó Lozoya el sábado 9 de octubre, uno de los días de lleno total.
Si bien no es obligatorio sí es preferible hacer reservación, es un lugar exclusivo que casi todo el tiempo está sin mesas disponibles... hay que llegar a tiempo.
En la sala de espera, decorada a modo de biblioteca de una mansión sacada de una película, diversas mesitas se ocupan por quienes llegaron temprano o no hicieron reservación.
El segundo piso es menos bullicioso, invita a conversaciones incluso más privadas y las primeras mesas que se llenan son aquellas que dan vista panorámica al lugar, incluida la terraza.
Así se pasa la tarde en el Hunan, donde Emilio Lozoya convivió con amigos el sábado pasado por la noche.