Con la llegada de septiembre, y de manera obligada por la tradición festiva de la sociedad mexicana, se incrementa el comercio de pirotecnia, y con ello aumentan los riesgos de sufrir lesiones por parte de quienes la utilizan. Aunque, por supuesto, no se descarta la posibilidad de que cualquier persona pueda ser víctima indirecta del uso de pirotecnia.
En principio, el mayor riesgo es provocar una explosión de proporciones mayores en caso de que se encienda el lugar donde se almacena la pirotecnia. Sin embargo, hay que tener claro que el sector más vulnerable en cuanto al uso de la pirotecnia son los menores de edad, quienes en general carecen de la destreza y habilidad necesarias para su uso óptimo.
En el caso de que algún cohete o artefacto estalle cerca de ellos o antes de que lo arrojen, pueden sufrir afectaciones en los músculos, la piel e incluso deformaciones faciales. Este riesgo se incrementa al considerar la existencia en el mercado de pirotecnia de origen asiático, cuya capacidad explosiva e impacto son de mayor proporción que los nacionales.
A lo largo de los años, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) ha documentado lesiones sufridas por el uso indebido de la pirotecnia o accidentes ligados a ella. Entre ellos, destacan el impacto en los huesos, la pérdida de dedos e incluso de manos, así como lesiones en los brazos.
Por supuesto, sin descartar las afectaciones auditivas en caso de que algún artefacto estalle en la proximidad del rostro, lo que además podría vulnerar la visión.
Además, en el caso del estallido de almacenes y polvorines, se han llegado a registrar decesos. Incluso los fuegos artificiales como buscapiés, brujitas y cerillitos pueden provocar incendios.
Durante las fiestas patrias, por desgracia, se incrementa la atención de personas, sobre todo menores de edad, que son víctimas de pirotecnia y presentan quemaduras que pueden dejar marcas de por vida.