Puebla es una zona con alta actividad sísmica. Junto con el sismo del 19 de septiembre de 2017, uno de los temblores que más recuerdan los poblanos es el de Tehuacán de 1999.
Si perteneces a la generación que ya recibió la vacuna Covid-19 (o que la recibirá en las próximas semanas), es muy probable que lo recuerdes. ¿Dónde estabas el martes 15 de junio de 1999? Ese día a 15:41 horas, la zona centro de México fue azotada por un sismo magnitud 7.1 que tuvo epicentro en Tehuacán. El terremoto dejó un saldo de 20 muertos y causó graves daños. En la ciudad de Puebla, varias de sus calles se llenaron de escombros.
El sismo de Tehuacán tuvo efectos en un amplio radio geográfico que incluyó siete estados de la República, incluidos además de Puebla, Oaxaca Morelos, México, Tlaxcala, Veracruz y Guerrero.
Los efectos destructivos más relevantes se registraron en monumentos históricos, viviendas, escuelas y hospitales. También hubo ciertos daños en carreteras, puentes y líneas vitales. La actividad económica no resultó severamente afectada, salvo la actividad comercial, sobre todo la de pequeños establecimientos.
De acuerdo con el Servicio Geológico Mexicano, los sismos, temblores y terremotos son términos usuales para referirse a los movimientos de la corteza terrestre, sin embargo, técnicamente hablando, el nombre de sismo es más utilizado (terremoto se refiere a sismos de grandes dimensiones).
Los sismos se originan en el interior de la tierra y se propaga por ella en todas direcciones en forma de ondas.
Son de corta duración e intensidad variable y son producidos a consecuencia de la liberación repentina de energía. Paradójicamente, poseen un aspecto positivo que es el de proporcionarnos información sobre el interior de nuestro planeta.
Aunque la interacción entre Placas Tectónicas es la principal causa de los sismos no es la única. Cualquier proceso que pueda lograr grandes concentraciones de energía en las rocas puede generar sismos cuyo tamaño dependerá, entre otros factores, de qué tan grande sea la zona de concentración del esfuerzo. Las causas más generales se pueden enumeran según su orden de importancia en:
Tectónica: son los sismos que se originan por el desplazamiento de las placas tectónicas que conforman la corteza, afectan grandes extensiones y es la causa que más genera sismos.
Volcánica: es poco frecuente; cuando la erupción es violenta genera grandes sacudidas que afectan sobre todo a los lugares cercanos, pero a pesar de ello su campo de acción es reducido en comparación con los de origen tectónico.
Hundimiento: cuando al interior de la corteza se ha producido la acción erosiva de las aguas subterráneas, va dejando un vacío, el cual termina por ceder ante el peso de la parte superior. Es esta caída que genera vibraciones conocidas como sismos. Su ocurrencia es poco frecuente y de poca extensión.
Deslizamientos: el propio peso de las montañas es una fuerza enorme que tiende a aplanarlas y que puede producir sismos al ocasionar deslizamientos a lo largo de fallas, pero generalmente no son de gran magnitud.
Explosiones atómicas: realizadas por el ser humano y que al parecer tienen una relación con los movimientos sísmicos.
El terremoto de Tehuacán ocurrió el martes 15 de junio de 1999 a las 15:41:06 h (hora local). El epicentro se localizó a 20 km al sur-suroeste de la ciudad de Tehuacán, Puebla y también a unos 55 km al noreste de la ciudad de Huajuapan de León, Oaxaca.
Este sismo causó grandes daños en las entidades afectadas y dejó un saldo de 20 muertos, dos de ellos en la Ciudad de México.
Los daños materiales alcanzaron una cifra de más de 200 millones de pesos.
El informe técnico del CENAPRED (Centro Nacional de Prevención de Desastres) sobre El Sismo de Tehuacán, refiere que el sismo tuvo su origen en la zona de subducción de dos placas tectónicas, la de Cocos y la de Norteamérica a una profundidad media (entre los 61 a 300 km).
El reporte agrega que este sismo no ha sido el único en la zona. Se han registrado con escala similar pero en diferentes años desde 1864 y hasta 1980 nueve sismos de magnitud igual o mayor a 6.5 escala Richter, por lo que se puede los especialistas señalan que el período de retorno medio de este tipo de temblores en la zona es de 20 a 30 años.
La lectura de los sismogramas registrados en Ciudad Serdán, a unos 85 km del epicentro, indican que las réplicas fueron muy pequeñas, tanto en magnitud como en número.
Los días posteriores al sismo de Tehuacán se registraron 33 eventos con magnitud 2.3 a 3.7. A diferencia de Puebla, la intensidad de este sismo en la Ciudad de México fue muy baja, pues los daños registrados fueron menores.
Dada la extensa área geográfica en que se sintió el fenómeno, se vio afectado un gran número de edificaciones, principalmente iglesias, muchas de ellas consideradas importantes desde el punto de vista del patrimonio colonial cultural de la nación.
Esta región es rica en iglesias, conventos y palacios construidos entre los siglos XVI y XIX, de los cuales más de mil 300 sufrieron daños, exacerbados en algunos casos, por la falta de mantenimiento.
Algunos edificios padecían aún de los daños ocasionados en ellos por los sismos de 1973 y 1980.
El sismo destruyó o afectó seriamente un número considerable de viviendas, escuelas, algunos centros de salud y un cierto número de edificios públicos.
Los daños más significativos se registraron en las casas de adobe, aunque también se registraron afectaciones importantes en varios edificios de más de un piso, básicamente debido a prácticas constructivas inadecuadas.
De acuerdo con el tipo de estructuras que se dañaron, parece ser que las que resintieron en mayor medida fueron estructuras rígidas, generalmente de poca altura.
Entre las conclusiones del reporte del Cenapred, se señala que: “Llama la atención la magnitud relativamente elevada de los daños en viviendas, hospitales y escuelas, dada la intensidad más bien moderada del sismo y, no obstante que se cuenta en los estados de Puebla y Oaxaca con reglamentos de construcción bastante actualizados. En el caso de las escuelas, algunas evidenciaron alta vulnerabilidad debido a deficiencias constructivas; en otras se registraban fallas en el diseño estructural”.
La población afectada por el sismo ascendió a unos dos millones de personas, la mayor parte de ellas en Puebla.
Los efectos del terremoto se percibieron en una superficie vasta que abarcó 374 municipios, de los cuales 164 fueron de Puebla, 109 de Oaxaca (en la región de la Mixteca y parte de la Cañada) y el resto correspondieron a los otros cinco estados afectados.
Los damnificados, principalmente debido a la destrucción de sus viviendas, fueron alrededor de 100 mil pero sólo permanecieron pocas horas en albergues, refugiándose en otras casas. Los daños en hospitales y escuelas felizmente no causaron mayores víctimas.
Aparte del sector vivienda, los daños de mayor magnitud y amplitud geográfica ocurrieron en los monumentos históricos e iglesias.
El entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a través de su Centro en Puebla llevaron a cabo un minucioso censo de los daños.
Se detectaron un total de 1,124 edificios afectados, de los cuales un 10% recibieron daños severos, 40% moderados y un 50% leves.
El dictamen del Cenapred refiere que la severidad de los daños debe atribuirse, por su parte, tanto a debilidades de los materiales y estructuración de los monumentos históricos, como a un mantenimiento inadecuado de los mismos.
En la capital poblana, algunos de los edificios históricos con mayores daños fueron el Palacio Municipal, el edificio Carolino de la Benemérita Universidad Autónoma de Púebla (BUAP), la Biblioteca Palafoxiana, la Catedral y las iglesias del Carmen, de San Francisco, de la Compañía de Jesús, de San Agustín, de San Gabriel, y de San Cristóbal.