En el marco de la próxima celebración del simulacro nacional, algunos elementos de la cultura de la prevención salen de nueva cuenta a la luz y se habla de ellos con insistencia. Entre ellos sobresale la denominada mochila de emergencia, cuyo contenido puede resultar vital.
Sin embargo, lo cierto es que existe escasa evidencia de que las familias en general o las personas a nivel individual la tengan, así como un plan de emergencia que les permita contar al menos con vías de comunicación o un lugar para reunirse luego de una tragedia.
La mochila de emergencia es, sin duda, el elemento más visible de la cultura de la prevención, y su conformación a partir de los elementos que debe reunir parece sencilla y hasta elemental.
En principio, hay que subrayar que debe estar siempre a la mano, en un sitio estratégico de la casa, preferentemente cercano a la vía de salida.
En esencia, se deben incluir elementos que contribuyan a sobrevivir por alrededor de 72 horas tras el registro de algún desastre, lo que implica alimentos y materiales básicos de curación.
Además, la mochila debe adaptarse a las necesidades inmediatas de adultos mayores o niños, así como a las de cada persona, por ejemplo, en lo que hace al consumo habitual de medicamentos.
Todos los miembros de la familia deben conocer la ubicación de la o las mochilas de emergencia y, en su caso, hacerse cargo de llevarlas consigo en caso necesario.