El Mar de Puebla, también conocido como el Mar de Tethys, fue un vasto océano que cubrió gran parte de lo que hoy es el norte y centro de México durante la era Mesozoica, hace unos 70 millones de años.
Este mar, que alguna vez fue un entorno próspero para la vida marina, desapareció con el tiempo, dejando detrás de sí un enigma geológico. Pero, ¿qué causó su extinción? Para descubrirlo, recurrimos a la Inteligencia Artificial, una herramienta moderna que nos ayuda a desentrañar misterios del pasado.
Aquí, presentamos algunas posibles respuestas que la IA ha analizado a partir de los datos geológicos y climáticos disponibles.
1.- Movimientos tectónicos
Una de las principales causas de la desaparición del Mar de Puebla fue la actividad tectónica en la región. Durante la era Mesozoica, la región experimentó un intenso levantamiento de tierras debido al choque de las placas tectónicas. A medida que las placas se movían y el terreno se elevaba, el fondo marino quedó expuesto, lo que redujo gradualmente la extensión del mar y lo transformó en zonas desérticas con grandes depósitos de sal en su superficie.
2. Cambios climáticos
La Inteligencia Artificial también señala que el clima global tuvo un papel importante en la extinción del mar. Durante el Cretácico Superior, el clima experimentó fluctuaciones, con periodos de enfriamiento global que afectaron los niveles del mar. Estos cambios provocaron una disminución en el volumen de agua disponible para el mar, acelerando su desecación y la desaparición de muchas de sus especies marinas.
3. Desarrollo de la geografía actual
Finalmente, el mar fue reemplazado por las formaciones geológicas que hoy conforman los valles y montañas de la región. Por ejemplo, en la Mixteca poblana áreas que antes formaban parte del lecho marino, son hoy testigos de la transformación geológica ocurrida hace millones de años.
¿Qué dice la UNAM ante las respuestas de la IA?
Aunque las respuestas generadas por la Inteligencia Artificial pueden parecer descabelladas o especulativas, la evidencia científica respaldada por instituciones académicas como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) confirma la existencia del Mar de Tethys, un antiguo cuerpo de agua que cubría lo que hoy es parte de México, incluyendo Puebla.
Según el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, el Mar de no solo existió, sino que fue un ecosistema marino próspero. En él habitaron arrecifes de corales y una diversa fauna marina, que incluía esponjas, ostras, moluscos y crustáceos. Estos organismos vivieron hace aproximadamente 110 millones de años, en el Cretácico temprano, cuando las condiciones del mar favorecían la vida marina debido a sus aguas cálidas y bien oxigenadas.
El Surgimiento del Mar de Tethys
Este mar se formó durante un período geológico crucial, hace unos 200 millones de años, cuando el supercontinente Pangea comenzó a fragmentarse en dos grandes masas de tierra: Laurasia al norte (que incluía lo que ahora es América del Norte y Europa) y Gondwana al sur (que abarcaba África, Australia y Sudamérica). Este proceso lento dio lugar al Mar de Tethys, que se extendió entre estos dos continentes. México, en ese entonces, se encontraba parcialmente cubierto por el mar, con solo la parte noroeste emergiendo por encima del agua.
En la región de Puebla, particularmente en la comunidad de San Juan Raya, se han encontrado huellas fósiles que corroboran la existencia de este antiguo mar. En 1836, los naturalistas belgas Nyst y Galeotti hicieron uno de los primeros descubrimientos formales de fósiles de caracoles marinos en esta área. Sin embargo, no fue hasta el Siglo XX cuándo geólogos y paleontólogos mexicanos comenzaron a estudiar los fósiles de invertebrados marinos que habitaron la zona durante el Cretácico.
Hoy en día, el área sigue siendo un importante yacimiento paleontológico. En 2010, investigadores de la UNAM comenzaron un estudio intensivo de las huellas fósiles (paleoicnitas) encontradas en las rocas de San Juan Raya. Estas huellas, que corresponden a rastros de dinosaurios y otros animales prehistóricos, ofrecen una ventana única a la vida de hace millones de años.