Los ojos del mundo están ahora en el volcán Popocatépetl debido a las explosiones y a las fumarolas que ha emitido en las últimas semanas.
Pero no es el único peligro que corren los poblanos, ya que existen otras condiciones asociadas a la posición geográfica de la entidad, de acuerdo con el Atlas de Riesgos del Estado de Puebla.
En el documento se hace referencia a eventos hidrometeorológicos o geólogos, que van desde hundimientos, vulcanismo, sismicidad, erosión e inundaciones.
La entidad forma parte de la Provincia del Eje Neovolcánico, región constituida por un cinturón de estratovolcanes y conos en dirección oriente-poniente, los cuales han generado la formación de
rocas que han sido acumuladas por numerosos y sucesivos episodios.
Además del Popocatépetl, también hace mención al Iztaccíhuatl, La Malinche, el Citlaltépetl, el cerro de la Negra y otros más como Las Calderas Los Humeros y Acoculco.
Al Popocatépetl lo describe como un volcán de alto riesgo que a lo largo de su historia ha hecho numerosas erupciones menores y otras consideradas de alta peligrosidad porque liberan mucha energía en corto tiempo.
Los municipios que considera en riesgo, en caso de una actividad de mayor peligrosidad son: Huejotzingo, San Salvador El Verde, Domingo Arenas, San Nicolás de los Ranchos y Tochimilco, hasta alcanzar regiones de Izúcar de Matamoros, Tehuacán, Tepeaca, Tlachichuca y Zacatlán.
También se señala en el Atlas que el volcán Popocatépetl puede permanecer activo por muchos años como hasta ahora, después volverá al reposo por tiempo indefinido, pero también podría aumentar su actividad, derramar flujos, lava y material incandescente.
En este apartado se menciona que el territorio mexicano se ha delimitado en cuatro zonas: A, B, C y D, cuyo peligro es de menor a mayor, siendo A la de menor peligro.
El estado de Puebla se ubica dentro de las zonas B y C, que presentan sismicidad con menor frecuencia. La zona B comprende una franja que va hacia el lado norte y la zona C hacia el sur.
Por ello, la zona B abarca los municipios que se ubican en las regiones de Huauchinango, Cuetzalan, Zacatlán, Teziutlán, Tlachichuca y Huejotzingo.
La zona C comprende los municipios de Izúcar de Matamoros, Tepeaca, Tepexi, Acatlán y Tehuacán, consideradas de peligro medio-alto y donde los epicentros oscilan con magnitudes de 3.1 hasta 6.3 grados.
Los riesgos de inundaciones se ubican en Huauchinango, porque está rodeado por los ríos Texcapa y Chapultepec, mismos que abastecen a las presas de Necaxa y Tenango.
Las inundaciones se asocian principalmente al crecimiento urbano de la población sin control alguno, porque hay quienes se asientan en las orillas y dentro del cauce de estas corrientes.
En temporada de lluvias, estos ríos llegan a desbordarse, afectando a la población asentada en los sitios antes mencionados.
Además, las obras de drenaje invaden parte del cauce, lo cual modifica el flujo del agua y los sedimentos que transportan dichas corrientes contribuyen a su azolve.
La ciudad de Zacatlán también es una población vulnerable a las inundaciones, principalmente por la insuficiencia del drenaje provocado por la mala planeación de obras hidráulicas.
Al menos 90 viviendas se tienen identificadas en zona de peligro alto, lo que representa una población potencialmente afectable de 300 habitantes.
El riesgo predominante de hundimiento se identifica en Cuetzalan, debido a que se encuentra ubicado en una zona de alta disolución de las piedras calizas y formación de dolinas.
Las dolinas son pozos subterráneos formados en una zona de captación, pero no hay un sistema de drenaje externo, por lo que el agua comienza a erosionar todo lo que atraviesa, ya sea el espacio subterráneo o el propio asfalto.
La deforestación es otro de los factores que influyen y aceleran los problemas de inestabilidad de laderas, lo cual permite la infiltración del agua y la posterior disolución de las rocas.
Esa situación contribuye a la desaparición de especies forrajeras valiosas y el aumento relativo de especies indeseables, disminución de la cobertura vegetal total, así como reducción en el tamaño y número de plantas.
Además, la degradación de los suelos produce pérdida de los materiales finos y de fertilidad, así como una disminución de la capacidad de absorción de agua, provocando desmoronamiento del suelo y daños a la agricultura.