Durante la época prehispánica, el volcán Popocatépetl era considerado como una deidad, en concreto una personificación de Tláloc.
De acuerdo con el portal montero.org.mx., de ello da cuenta el Códice Vaticano 3778, A-Ríos.
“Al menos así lo demuestran las evidencias del sitio Preclásico de Tetimpa (50 a. C. al 100 d. C.), que encuentra en los adoratorios efigie al Popocatépetl un culto que se remonta 2 mil años atrás. El sitio fue abandonado a consecuencia de una erupción, pero fue esta misma quien lo sepultó y así lo preservó, dejando ver en la actualidad por las excavaciones arqueológicas un sitio habitacional construido con tablero y talud acompañado de un pequeño santuario”.
Precisa que en “el período entre el Preclásico y el Clásico, Popocatépetl se vinculaba más bien con el culto a los muertos y antepasados y quizá al fuego y cenizas volcánicas, después fue incorporado al culto del agua y fertilidad. Asociado con la Iztaccíhuatl, el Popocatépetl fue conceptualizado como el ser masculino”.
De ahí que no sea descabellado pensar que desde tiempos ancestrales el Popocatépetl es considerado como una deidad.
La percepción de que el Popocatépetl es considerado como una deidad se refuerza con la leyenda de los volcanes.
El guerrero Popocatépetl que vela el cuerpo de la princesa Iztaccíhuatl, que le da a ambos volcanes un toque de deidad.
En su libro “Los volcanes sagrados, mitos y rituales en Popocatépetl y la Iztaccíhuatl” el antropólogo Julio Glockner Rossainz narra los mitos, los rituales, las creencias y las festividades que los pobladores de la región han mantenido desde tiempos prehispánicos hasta el presente.
Refiere, por ejemplo, la labor de los temperos que mediante rituales buscan garantizar las bondades de la tierra.
Una especie de mediador del ciclo agrícola, que ejerce un control de los fenómenos atmosféricos.
Los rituales se llevaban a cabo en la parte alta del Popocatépetl. De hecho, la labor de los temperos persiste hasta la actualidad y es compartida con diversos nombres por habitantes del Estado de México (graniceros) y Morelos (misioneros del temporal).
En Santiago Xalitzintla, la población más cercana al volcán Popocatépetl, aún hay temperos.