El 5 de mayo de 1862, el general Ignacio Zaragoza se convirtió en una de las principales figuras de la historia nacional al comandar a las tropas mexicanas que defendieron los fuertes de Loreto y Guadalupe en la la Batalla de Puebla.
Zaragoza tenía 33 años de edad y había sido designado por el presidente Benito Juárez al mando del Ejército de Oriente para detener el avance sobre Puebla del ejército francés de élite, el cual era considerado entonces el mejor del mundo, bajo el mando de Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez.
Ignacio Zaragoza se atrincheró en los fuertes de Loreto y Guadalupe, con un ejército mal armado, pero determinado a detener al invasor y defender la soberanía nacional con sus vidas, además de contar con la participación fundamental de las distintas comunidades indígenas de la región, quienes a apunta de machete enfrentaron a los franceses.
Su lucha conjunta, valiente y decidida llevó a la derrota de los invasores en la célebre Batalla del 5 de Mayo de 1862, salvando a la ciudad de Puebla de caer en manos enemigas.
Durante la jornada de ese 5 de mayo, Zaragoza y sus lugartenientes enviaron siete telegramas al ministro de Guerra
10:45
Excelentísimo señor señor ministro de Guerra. El enemigo está acampado a tres cuartos de la garita de esta ciudad. En los suburbios de ella y por el mismo rumbo tengo mi campamento. El cuerpo de ejército, listo para atacar y resistir. El general O’Hara me avisa que ayer batió en Atlixco a 1200 reaccionarios cuya población abandonaron después de alguna resistencia, parece que el resto de las chusmas reaccionarias se hallan en Matamoros preparando su marcha para este rumbo. Todo lo que digo a usted para conocimiento del ciudadano Presidente de la República.
12:28
Excelentísimo señor ministro de la Guerra. Son las 12 del día y se ha roto el fuego de cañón por ambas partes. Zaragoza.
14:02
Excelentísimo señor ministro de Guerra. El ejército francés ha intentado replegarse y en estos momentos acaba de reconcentrarse amagado a esta plaza por la línea de Oriente y es probable que por este rumbo vuelva a comenzar su ataque. En estos momentos ha cesado el fuego del todo. De orden del señor gobernador y comandante militar comunico a usted esta noticia, añadiéndole que el entusiasmo de la plaza es muy satisfactorio. Joaquín Téllez.
14:30
Excelentísimo señor ministro de Guerra. Los zuavos se han dispersado y nuestra caballería trata de cortarlos en este momento. Tapia.
17:15
Dos horas nos hemos batido, el enemigo ha arrojado multitud de granadas. Sus columnas sobre el cerro de Loreto y Guadalupe han sido rechazadas y seguramente atacó con 4000 hombres. Todo su impulso fue sobre el cerro. En este momento se retiran las columnas y nuestras fuerzas avanzan sobre ellas. Comienza un fuerte aguacero. Zaragoza.
17:49
Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria, el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderars del Cerro de Guadalupe, que atacó por el oriente a derecha e izquierda durante tres horas: fue rechazado tres veces en completa dispersión y en estos momentos está formado en batalla fuerte de 4000 hombres y pico frente al Cerro, la fuerza de tiro. No lo bato como desearía porque, el gobierno sabe, no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo que llegó hasta los fosos de Guadalupe en su ataque en 600 o 700 entre muertos y heridos: 400 habremos tenido nosotros. Sírvase usted dar cuenta de este parte al ciudadano presidente. Ignacio Zaragoza.
19:03
Estoy muy contento con el comportamiento de mis generales y soldados. Todos se han portado bien. Los franceses han llevado una lección muy severa; pero en obsequio de la verdad diré que se han batido como bravos, muriendo gran parte de ellos en los fosos de las trincheras de Guadalupe. Sea para bien señor presidente. Deseo que nuestra querida patria, hoy tan desgraciada, sea feliz y respetada de todas las naciones. Ignacio Zaragoza.
La respuesta del general Miguel Blanco, ministro de Guerra y Marina fue muy emotiva:
¡Honor a los valientes soldados de la República!
El supremo gobierno ha quedado sumamente complacido por la jornada de hoy, memorable e inmortal en los fastos de nuestra historia; pero particularmente por la heroica defensa de los cerros de Guadalupe y de Loreto, donde el invasor y los libres han sellado con su sangre, aquellos su desengaño, y éstos su fama imperecedera. ¡Bravo, valiente general en jefe y todos sus dignos compañeros! ¡Bien, soldados de la libertad y del progreso! La nación os debe mucho, y sabrá amaros y recompensaros como merecéis. Si la jornada termina tan gloriosamente como comenzó y ha seguido, nada quedará que desear al supremo gobierno.