El volcán Popocatépetl más allá de su actividad actual, durante siglos ha captado la atención de propios y extraños por diversas causas.
Su historia está llena de datos curiosos y mitos, así como de leyendas.
En principio hay que señalar que, aunque se le considera poblano, en términos geográficos tiene relación con el Estado de México y Morelos.
Es el segundo volcán más alto de México, con una altitud de 5 mil 452 metros sobre el nivel del mar.
Está cerrado al público por su actividad y el ascenso a su cráter está prohibido desde 1994.
Los habitantes de las poblaciones cercanas a su territorio, las que se ubican dentro de los 12 kilómetros considerados como de alto riesgo, durante generaciones le han llamado Don Goyo.
La leyenda dice que en las faldas del volcán vivía un anciano llamado Gregorio Chino Popocatépetl que aseguraba ser el espíritu personificado del volcán y avisaba a los habitantes cuando el coloso entraba en erupción y volvía a tener actividad.
En su parte baja se ubica el denominado albergue Paso de Cortés, en el que hay un monumento que recuerda la parada que hizo en ese sitio el conquistador español en su paso hacia la gran Tenochtitlán.
Se dice que los soldados de Cortés obtuvieron azufre del volcán para elaborar pólvora.
Además, hasta su cierre como consecuencia de su reactivación en 1994, cada 12 de octubre, en la conmemoración del Día de la Raza, la comunidad alpinista nacional e internacional se daba cita para escalar hasta llegar al cráter.
Durante los años recientes, el mito que ha persistido y tenido gran difusión, a través de redes sociales, es el relativo al avistamiento de ovnis en torno a su cráter.
Durante la época prehispánica, un cacique tlaxcalteca prometió la mano de su hija Iztaccíhuatl al guerrero Popocatépetl, quien partió a la guerra.
La princesa recibió la falsa noticia de que su amado había sucumbido y murió de tristeza.
Al retornar el guerrero y enterarse de la noticia, tomó el cuerpo de su amada y lo llevó a la parte alta, donde lo veló iluminado con una antorcha.
Desde entonces el guerrero Popocatépetl vela a la princesa Iztaccíhuatl.
De acuerdo con la leyenda, cuando el guerrero Popocatépetl se acuerda de su amada, su corazón, que guarda el fuego de la pasión eterna, tiembla y su antorcha echa humo.
De ahí que a la fecha el coloso arroje fumarolas.