Dentro de la majestuosa Catedral de Puebla, considerada una de las edificaciones religiosas más hermosas del mundo, se esconde un secreto que pocos conocen: “El Ochavo” o "La Sala del Tesoro”.
El “Ochavo" fue construido en la esquina que hoy comprende las calles 2 Sur y 5 Poniente, siendo, desde los inicios de su construcción, una estancia con múltiples usos y diversas funciones.
Aunque desde un principio ya se tenía la intención de guardar en su interior los tesoros más valiosos de la Catedral, los cuales ya no tenían cabida en la sacristía del templo.
Esta capilla de estilo barroco del siglo XVII tiene en su interior uno de los mayores tesoros del patrimonio poblano.
Fue labrada bajo el gobierno episcopal de Manuel Fernández de Santa Cruz y construida por el arquitecto Carlos García Durango en 1674.
Inaugurada oficialmente en 1688, la capilla se destaca por su diseño tradicional de aquellos tiempos, construida sobre una base octagonal, conocida en ese entonces como "ochavada".
Esta estructura está contenida dentro de un área de casi 10 metros por cada lado, con muros que se elevan hasta 7.30 metros de altura hasta llegar a la base de la cúpula.
Dicha cúpula está revestida con ladrillos y rematada con una elegante linternilla adornada con detalles en talavera, terminando en una veleta de hierro.
De acuerdo con Fraile Martín, en su obra "Huellas de Rubens en la catedral de Puebla: La serie mariana en la capilla del Ochavo. Boletín de Monumentos Históricos. 21 (dic. 2011)", al interior de ésta se encuentran un conjunto de 69 pinturas que descansan sobre lienzos, madera y láminas de cobre, las cuales son obras de Cristóbal de Villalpando, uno de los pintores más afamados de la Nueva España.
Este pequeño recinto forma parte de los inmuebles más relevantes del Centro Histórico, ya que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró a este importante sitio como Patrimonio Cultural en 1987.