Dos palabras describen a José Gali Hatuni: esfuerzo y sencillez.
Entre la comunidad libanesa de Puebla siempre fue reconocido por ser un hombre de trabajo y erigirse como el pilar de toda una familia.
Al trabajar desde pequeño en la fábrica de su padre vivió más tarde el boom de la industria textil en Puebla. Estuvo a cargo de las fábricas La Estrella y Helios, que producían algodón, popelina, gabardina y brocados, y donde se involucró al grado de maniobrar la maquinaria, hacer los tres cambios de turno, laborar día y noche. Pero también vio el ocaso del rubro opacado por el contrabando de telas chinas.
En el ámbito empresarial dejó huella por su nobleza y sensibilidad. Como empresario, por ejemplo, jamás llamó obreros a sus colaboradores, sino amigos o compañeros. Asimismo supo mediar con los sindicatos de la época para mantener una sana relación con toda la plantilla.
Sus amigos cercanos le llamaban El Cura, puesto que deseaba estudiar Medicina pero su padre se opuso, entonces se enlistó en el Seminario un tiempo por lo cual ganó ese mote. Fue un fiel devoto de El Señor de las Maravillas y el Sagrado Corazón de Jesús, e inculcó esa fe a sus descendientes a quienes ceremonialmente cada 12 de diciembre llevaba a La Villita de Nuestra Señora de Guadalupe en el Paseo Bravo.
José Gali también fue un espléndido beisbolista, todo un pitcher con una gran velocidad, era ambidiestro -una cualidad poco común-, jugó en la Liga Obrera y recibió la oferta de sumarse a Pericos, pero no sucedió.
Familiares y amigos narran que fue una persona muy sana, sin ningún tipo de adicción, sólo la afición de comprar billetes de lotería que lo llevó a ganar dos veces, una el Premio Mayor y otra el Segundo Premio, ambas con el número 7800, que compró insistentemente durante años.
Don Pepe nació el 25 de enero de 1931 en la colonia Santa María, en la 11 norte 3207. Murió 91 años después, un 29 de enero de 2022. Dejó todo un legado, formó una familia al lado de su esposa Zamira Fayad Zellek y sus hijos Tony, Eduardo, Martha, Lili, Zamira y Pepe, a quienes inculcó valores como la disciplina, la dedicación y la humildad.
Y es que las historias de migrantes libaneses tienen esa coincidencia, la humildad; muchos fueron enviados desde la niñez o la juventud a trabajar a América para hacer fortuna, así de duro.
Como el caso de los amigos Rafael Gali y Jorge Fayad, uno enviado a Veracruz y otro a Tampico cuando ambos rondaban los 12 años y que, gracias al destino, se volvieron a cruzar en el camino. Ese mismo destino hizo que Rafael llegara a Puebla, aproximadamente a los 20 años, y que formara una familia con su esposa Afife y sus hijos Jorge, Pepe, Victoria, Matilde, Toño, Anita, Esperanza, Carmela, Alicia. También fundó su fábrica textil, la misma en la que desde niño Don Pepe trabajó y la que es, en gran medida, origen de esta historia.