En libertad, pero con el recuerdo fresco del suplicio que padeció al intentar regresar a su propietario un teléfono que encontró tirado en la calle, Verónica Inés Barbosa Pérez narra su experiencia.

En un video difundido por Milenio, señala que en la noche salió a ver a unos familiares y, al regresar a su casa, en el trayecto encontró un teléfono que llamó su atención porque sonó.

“Desde ese momento que lo recogí, supe que tenía que entregarlo. De hecho, lo decreté y les dije a los familiares que iban conmigo que iba a entregar ese teléfono”, recuerda.

Aclara que nunca lo apagó y sabía que era un iPhone, por lo que podía ser rastreado. En el trayecto recibió varias llamadas, entre ellas la de una mujer que buscaba a Fredy, por lo que supo el nombre del dueño. La mujer le exigió el teléfono, pero Verónica le dijo que se lo devolvería al propietario.

Posteriormente, recibió más llamadas de varias personas a las que les dijo lo mismo. En la madrugada del sábado, la Policía Estatal llegó a su casa y le preguntó si había solicitado apoyo al 911, además de pedirle su nombre.

Verónica explica que no desbloqueó el teléfono; fue su hija quien le dijo: “Siri, llámale a mamá”, y el teléfono marcó a la madre del propietario. A esta le dijo que había encontrado el teléfono de su hijo y que se lo iba a entregar, proporcionándole todos sus datos, incluido su domicilio en Rancho Grande.

Al día siguiente, en la mañana, notó una fuerte presencia policial. Cuando se dirigía a su trabajo, ya que entraba a las 15:00 horas, se llevó el teléfono por si la mujer llamaba.

Al llegar a su trabajo, una lavandería, se percató de la llegada de policías. Les contó a sus compañeras lo que había sucedido con el teléfono.

Subraya que cuando vio a los policías con armas largas, comenzó a sospechar y sintió miedo. Un policía entró y dijo que buscaban un iPhone. Verónica dudó en entregarlo, pero los policías ingresaron y exigieron los teléfonos.

Ella explicó que lo había encontrado y lo entregó. Le dijeron que estaba vinculada a un secuestro. La esposaron y la sacaron del local agachada. “Me trataron como una delincuente”, resalta.

La llevaron a su casa, pero no escucharon sus argumentos. Al salir de su casa, señala que le pusieron una bolsa de plástico y comenzaron a golpearla, exigiéndole que dijera dónde estaba su víctima. Apunta que una mujer fue quien más la maltrató, pero también fue golpeada por un hombre.

Siguió esposada y con el rostro cubierto mientras la amenazaban. Al llegar, la ingresaron a los separos, donde estuvo toda la noche del sábado y el domingo.

Recibió la visita de su hermana, quien le dijo que estaban movilizándose para liberarla. En la primera noche, recuerda que le pidió a Dios que apareciera el muchacho y nunca perdió la fe en su familia.

Señala que, si su familia y los abogados que contrataron no se hubieran movilizado, ella seguiría detenida.

“Todo por querer hacer algo bien”, concluye, al tiempo que recuerda que hasta que la llevaron con el médico legista supo que la querían vincular a proceso por secuestro.

Nunca la presentaron ante un juez ni le informaron que estaba detenida; al principio le dijeron que era testigo. Nunca le dejaron hacer una llamada y, desde el primer momento, le quitaron su teléfono, el cual no le han devuelto hasta la fecha.

“Soy inocente. Me trataron de lo peor, como una delincuente. Afortunadamente, estoy con mi familia”, concluye.

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