Héctor Méndez Rodríguez murió lejos de casa. El Covid-19 le arrebató la posibilidad de volver a ver a su familia y regresar a su tierra natal en Puebla.
En su agonía, quizá los recuerdos agolparon su mente: el patio de la casa donde jugaba en su infancia, las estrechas calles del pueblo donde nació, la parroquia de San Buenaventura, su primaria, sus amigos, el adiós cuando partió hacia Estados Unidos, su travesía en la frontera, su primer trabajo como inmigrante, su boda, el nacimiento de sus tres hijos, el día que se enteró que el Covid existía, la última videollamada a su familia en Puebla, su ingreso al hospital sin poder respirar.
La historia es similar a la vivida por 681 migrantes poblanos que, de acuerdo al reporte más actual de la Fundación Pies Secos, han muerto en Estados Unidos a causa de la pandemia, aunque el gobierno del estado ha reportado que son 623 fallecimientos en total.
Ubicado cerca de las faldas del volcán Popocatépetl, se encuentra el municipio de Nealtican, Puebla.
Su territorio está cubierto de roca volcánica, lo que permite a los pobladores dedicarse a la extracción de cantera y la manufactura de block y bovedilla, aunque la principal actividad es la agrícola, con la siembra de flores y hortalizas.
Aquí vivió Héctor durante sus primeros 16 años de vida, hasta que decidió partir hacia Estados Unidos, siguiendo los pasos de dos de sus seis hermanos. Tal vez sin saber que su viaje ya no tendría retorno.
En Nueva York encontró trabajo y familia. Se casó, tuvo tres hijos y, con sus ahorros, logró abrir un autolavado, el negocio de sus sueños.
En el patio de su humilde casa, donde Héctor solía jugar, Eva Méndez nos platica la dolorosa partida de su hermano a los 38 años de edad.
“Mi hermano murió solo en la cama de un hospital, intubado y con los graves estragos de la enfermedad. No se puede olvidar su partida, dolió, mi corazón se partió en mil pedazos”.
En diciembre del 2019, Héctor enfermó pensando que se había infectado de Covid, pero fue una falsa alarma y con un tratamiento logró reponerse.
Cuatro meses después, el 2 de abril del 2020 -cuando Nueva York se convirtió en el epicentro de la pandemia por ser el estado con mayor número de contagios en la Unión Americana- Héctor comenzó a presentar síntomas de coronavirus, y su estado se agravó al tener dificultades para respirar.
En el hospital le confirmaron el diagnóstico y permaneció 23 días en cama. Sus últimos días los vivió intubado, aislado.
“Nunca volvimos a tener comunicación con él después del 2 de abril. Casi todos los días hablaba por teléfono o video llamada para saludarnos, para ver a mi mamá…Lo último que supimos es que un día antes de fallecer, su esposa logró ingresar al hospital para verlo a través de un cristal donde se encontraba intubado”, comenta Eva.
Héctor murió el 25 de abril del 2020, a 4 mil 120 kilómetros de distancia de Puebla.
Sus cenizas las conserva uno de sus hermanos en Estados Unidos y las traerá a México en cuanto pueda viajar.
“Hoy suena mi celular y aún creo que es él quien llama. Marcaba para saber cómo estábamos, hablaba con mi mamá para pedirle recetas de comida, bromeábamos y nos divertíamos”, recuerda Eva.
Suman 681 migrantes poblanos fallecidos por Covid en Estados Unidos
A la fecha, las autoridades sanitarias han registrado la muerte de mil 400 migrantes mexicanos en Estados Unidos, tras infectarse de Covid-19.
De ellos, 681 son poblanos; la mayoría residía en Nueva York, California y Chicago.
Ricardo Andrade, presidente de la Fundación Pies Secos, dice que 35 poblanos están delicados de salud, de los cuales, cinco se encuentran en estado crítico.
Del total de fallecidos por el virus, en 400 casos, los restos fueron repatriados a sus lugares de origen en municipios de la entidad poblana, principalmente en la mixteca y la Sierra Norte: Atlixco, Tulcingo del Valle, Izúcar de Matamoros, Chietla, Chinantla, Tepeojuma, Huauchinango y San Pedro Cholula.
El presidente de Pies Secos refirió que su fundación apoyó a las familias con los gastos funerarios y la cremación, además de que el traslado de las cenizas hacia sus lugares de origen fue totalmente gratuito.
Además del dolor de perder a su ser querido, las familias de los migrantes enfrentan ahora una severa crisis pues, tras el fallecimiento de los pilares que eran el sustento, también perdieron su empleo.
Los que lograron adquirir un seguro de vida, pudieron garantizar un futuro para sus familias, sin embargo, muchos otros tratan de sobrevivir como pueden.
Los más desafortunados, comenta Ricardo Andrade, tuvieron que vender sus bienes para iniciar un pequeño negocio como la preparación de alimentos.
“Quienes se quedaron en desamparo, en especial las mujeres, lo que están haciendo es la preparación de alimentos en sus casas. Lo están haciendo mediante tarjetas que dejan debajo de las puertas”, explica.
Vacunación, esperanza de migrantes mexicanos
Hasta ahora, agrega, 10 mil migrantes poblanos radicados en Estados Unidos, han recibido la vacuna contra el Covid-19 y esa es ahora una esperanza.
“A pesar de que al inicio de la pandemia, se registró una saturación de los hospitales, la atención para nuestros connacionales ha sido adecuada sin importar el origen, nacionalidad, etnia y religión ha sido muy importante la labor y hasta hay mucho mexicano e hispano trabajando en hospitales sin importar su origen”, destaca el activista.
Explica que la apertura ha sido tal, que tras vacunar a médicos, trabajadores agrícolas y maestros, ahora se anunció que, a más tardar en el mes de julio, 200 millones de habitantes en Estados Unidos estarán inmunizados contra el virus, además de que se abrirá la venta de dosis en dos cadenas de farmacias.
El presidente de la Fundación Pies Secos admite que la vacunación masiva representa un panorama alentador.
Eva añora a la persona alegre y traviesa que era su hermano. Su mamá aún llora inconsolable. Héctor Méndez Rodríguez ya no regresará a casa.