Más allá de su uso para la conmemoración del Huey Atlixcáyotl, el cerro de San Miguel tiene un significado especial para los atlixquenses.

Es parte de su legado histórico y cultural, como lo demuestra el hecho de que en la plaza se hayan encontrado vestigios arqueológicos y que se mantengan como una referencia obligada al hablar de Atlixco.

Las antiguas familias atlixquenses subían al cerro a divertirse, llevaban comida y volaban papalotes.

En septiembre los jóvenes ascendían al cerro a primera hora para entrar a la ermita y escuchar misa, alumbrados de teas para cantar durante una semana las mañanitas tradicionales a San Miguel.

El cerro de San Miguel es testigo de la historia de Atlixco y sus habitantes.

Encierra misterios, energías y guarda voces del tiempo. Asimismo, es testigo de la transformación de Atlixco y su población.

En el sitio año con año se dan cita las etnias de la región para conmemorar el Huey Atlixcáyotl.

Desde el cerro de San Miguel se puede apreciar la grandeza de la ciudad.

Ascender por la escalinata hasta la ermita dedicada al arcángel San Miguel es una experiencia única.

El cerro de San Miguel tiene cuatro miradores, desde donde se puede apreciar no solo Atlixco y sus alrededores, sino también el volcán Popocatépetl.

La leyenda cuenta que durante la fiesta de San Miguel Arcángel, el diablo anda suelto.

Ello se debe a que en el año 1985, una estatua del diablo desapareció y nunca fue encontrada.

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