¿Quién no querría tener una buena y larga vida? Ante el interés por la longevidad de las personas surge el indicador llamado esperanza de vida, que se refiere al promedio de años que vive una persona. Este indicador se ve fuertemente influenciado por el entorno del individuo y es por eso que se mide dentro de una zona o grupo específico.
Como bien se puede intuir, la esperanza de vida deriva de que tan buena sea la salud integral de la persona, aun cuando esta también varía a nivel individual, hay varios factores estructurales que tanto la pueden facilitar como dificultar:
En México la esperanza de vida ha aumentado significativamente en el último siglo. En 1930 el promedio de vida de un mexicano era de 34 años, y para 2022 el promedio aumentó a 75.5 años.
Globalmente, Mónaco destaca por ser de los países con mayor esperanza de vida con un promedio de 87 años, en el otro extremo están países africanos como la República de Chad con un promedio de 53 años.
La esperanza de vida también se puede calcular con espacios más grandes o pequeños que los países, por ejemplo: dentro de México la entidad federativa que mayor expectativa registra es Ciudad de México con un promedio de 76.8 años, y a nivel mundial el continente con mayor esperanza de vida hasta 2014 es América del Norte con 79 años en promedio.
Más allá de las variables que determina el entorno, hay otras que no se ven tan influenciadas por la geografía como la genética, el género, la ocupación o el entorno social que impactan en el cuidado o deterioro de la salud:
Si bien el entorno impacta en el estado de varios factores, como individuos podemos hacer el compromiso personal de identificarlos y procurarlos hasta donde nuestros recursos lo permitan. Una buena y larga vida se construye desde el principio, y se sigue moldeando día a día lo cual puede parecer una tarea tediosa, pero podría ser también la más importante que tenemos.