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¿Cuál es la herencia que dejaron los franceses en Puebla?

Su influencia en nuestro estado fue desde el aspecto comercial hasta el educativo

Las tiendas de ropa fueron un negocio francés que prosperó en Puebla | Foto: Especial
19/02/2023 |15:12Angeles Bretón |
Angeles Bretón
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Antes de la Batalla del 5 de Mayo de 1982, que tuvo lugar en Puebla contra el ejército francés, ya había presencia de galos en territorio poblano y con ello, la influencia de la vida europea en la Angelópolis.

En la época de la colonia fueron los españoles la comunidad de extranjeros que prevalecía en Puebla, pero durante el periodo del porfiriato (1877-1910) se hicieron presentes los barcelonnettes, quienes eran franceses originarios de los Alpes de Alta Provenza, muy cerca de la frontera con Italia.

De acuerdo con la investigadora Leticia Gambia Ojeda, en la obra Los barcelonnettes en la ciudad de Puebla, los franceses fueron el segundo grupo más importante de extranjeros residentes, quienes establecieron compañías, comercios de diversos giros, industria y escuelas.

Según el censo de 1895, en el estado de Puebla había 122 pobladores de nacionalidad francesa, que representaban 8.4 por ciento del total de extranjeros residentes que eran mil 458.

Uno de los primeros franceses que llegó fue Joseph Antoine Couttolenc, pero no se instaló en la capital del estado sino en Chalchicomula de Sesma, llegando a ser un prominente vecino dedicado a la minería, al comercio, al préstamo, a la pequeña industria con la molienda de trigo y poseyó la hacienda de Zacatepec.

En la ciudad de Puebla, los barcelonnettes iniciaron en 1850 un gran almacén de ropa extranjera que se ubicó en la calle 2 Oriente y 2 Norte. En ese entonces tenía el nombre de La Ciudad de México.

Así permaneció hasta 1910 cuando los propietarios quebraron y  entonces se llevó a cabo la remodelación del inmueble inspirado en el estilo Art Noveau y Art Decó que tuvo lugar en Europa durante la época y el cual destaca por utilizar hierro y piedra.

Al reabrir el almacén de ropa francesa y novedades, el 21 de febrero de 1910, surgió con el nombre de Fábricas de Francia. Actualmente pertenece a la fundación Jenkins, donde se ubica una Galería de Arte de la Universidad de las Américas (UDLAP) en la parte superior, mientras que en la parte baja hay un restaurante Vips y el café Starbucks.

Otros almacenes de ropa y corte francés de gran importancia en la ciudad fueron La Primavera, el cual se presume estuvo en Portal Hidalgo y 2 Norte, lo que hoy se conoce como el Salón de Protocolos.

También estuvo el almacén Al Puerto de Liverpool, Las Fábricas Universales y otros 10 almacenes donde se vendían telas, ropa, accesorios de vestir y de casa y en un caso, hasta muebles.

En otras cuatro tiendas se expendían ropa, sombreros y camisas.

La Gran Sombrerería Francesa, la más importante de su clase, se fundó desde 1865 por Bartolomé Rebattu. Entre 1888 y 1893 fue propiedad del primo de éste, León Esmenjaud, asociado con Isidoro Couttolenc.

La Gran Sombrerería fue sucesivamente explotada por las firmas “Esmenjaud y Couttolenc”, “Couttolenc y Esmenjaud”, “I. Couttolenc y Hermano” e “I. Couttolenc e hijos”.

También fueron conocidos otros negocios: la librería Maillefert y Compañía, la Fonda Francesa a cargo de Juan Bautista Collet y la Joyería a nombre de Eduardo L'Enfer.

En 1930 comenzó a hacerse costumbre entre las mujeres poblanas acudir a la modista para que les confeccionaran las prendas tal como lucían en los catálogos, principalmente para ocasiones especiales.

Para 1940 era todo un acontecimiento que los hombres demandaran el servicio de los sastres.

En materia educativa, por medio del entonces arzobispo de Puebla, Ramón Ibarra y González, llegaron los religiosos franceses Jebert Alphonse Gibert, Adrien Marie Astruc, Amedée Francois Vincent, Antoine Claude Carrel para formar la comunidad lasallista.

Fue así que se instruyó a los niños y jóvenes de familias pudientes, que recibieron la educación por medio de los colegios lasallistas que se instalaron en la ciudad y los cuales siguen activos.

Uno de los más reconocidos colegios lasallistas es la Ciudad de los Niños que se ubica atrás del Parque Ecológico, así como la Universidad Iberoamericana, el Colegio Benavente y otros institutos.

También se hizo costumbre  enseñar el idioma francés por medio de clases particulares, mientras que en la Academia de Bellas Artes de Puebla abundaban los libros en francés para determinar con mayor rigor la influencia de su pensamiento en la Puebla de finales de la Colonia.

Así se muestra en un anuncio de 1821 en el periódico liberal La Abeja poblana: “El día 1° del próximo Mayo se abrirá un Estudio de Geografía y Lengua Francesa, a cuya enseñanza se recibirán discípulos de siete años para arriba, sean de esta ciudad o sean de afuera. Los padres o tutores de los que quisiesen dedicarse a esta instrucción podrán ocurrir al Presbítero D. María no Merino, que vive en la calle del correo n°1”.

Actualmente se ofrece este servicio a través de la Alianza Francesa que se localiza en San Baltazar Campeche.

En cuanto a la industria, la fábrica textil El León, ubicada en Atlixco, fue la más grande en la región, rodeada de un caserío que sus dueños hicieron construir para que ahí viviera una parte de sus operarios.

En los terrenos se podía contar con obras hidráulicas, un edificio fabril, casas, maquinaria, mercancía y un pequeño tranvía para conducir la materia prima y los productos.

Los franceses también tuvieron importante presencia en la industria harinera, por medio de los hermanos Mauricio y Emilio Tiffaine, quienes se asociaron en los comienzos del siglo con otro francés, Fermín Besnier, para explotar los molinos de trigo San Ignacio y La Providencia, ubicados en las afueras de la ciudad.

Otros dos hermanos, Emilio y Serafín Maurer, eran descendientes de una familia de alsacianos que llegó a México en 1853 y cinco años después a la villa de Atlixco, donde se asociaron con otro francés de apellido Leblanc, para explotar el molino de El Volcán.

En 1867 los Maurer compraron la hacienda de San Mateo, donde instalaron un moderno molino de trigo, cuya propiedad conservan hasta ahora los descendientes de Emilio.

En la cocina, la presencia de los franceses se dio por medio de los chefs que llegaron para servir en las casas de las familias consideradas burguesas.

Gran parte de la cocina francesa aprovechó la molienda del trigo para la elaboración de fina repostería, rica en pasteles, cremas y azúcar refinada que se degustaban por las tarde.

De las cocinas también salió la preparación de vinos de frutas y poco después la chocolatería.